Emilio entra de nuevo en la habitación con paso firme, aunque por dentro la inquietud no lo deja en paz. Trae en la mano una bolsa de hielo envuelta en una toalla y lo primero que ve es a Sofía con el rostro crispado, claramente luchando contra el dolor. —Te traje hielo —dice con voz grave, distinta a la que suele usar con ella, sin bromas ni ironía. Sofía lo observa y asiente en silencio. Cuando él coloca la bolsa sobre su tobillo, un alivio inmediato recorre la zona, pero al intentar moverlo un gemido escapa de sus labios. Se muerde el labio inferior con fuerza y sus mejillas se tiñen de rojo, avergonzada por no poder ocultar lo mal que se siente. Emilio frunce el ceño, atento a cada reacción. —¿Te duele algo más? Ella intenta restarle importancia, con voz débil. —Mmm… no, no es na

