Vania Isabel Entro en casa como alma que lleva el diablo, sorprendiendo a mamá que está sentada con el arma en las manos, hablo la antigua escopeta del abuelo Elliot. Me llama por mi nombre, pero apenas y la escucho porque subo las escaleras a toda prisa y vuelvo a mi forma humana. Me visto de la misma forma y bajo las escaleras, a tiempo para ver cómo se aproximan a la casa. —¡Volvieron! —exclamo y mamá coloca el arma en el sofá y sale de casa junto a mí mientras murmura el nombre de papá varias veces. Y ahí viene, dos hijos de la noche, uno maltrecho, la otra con rostro adusto y petulante, rodeados de hijos de la luna. —¡Dante! —mamá clama y se limpia las lágrimas con los dedos. Aunque son lágrimas de felicidad. Entonces veo la forma en que se miran, una forma tan especial que me