Me levanté como pude llegando a caer en una pila de cajas que incrementó el dolor en mi cuerpo. —¿Estás bien? —intentó acercarse, pero la ignoré al levantarme como pude, necesitaba irme cuanto antes. —¡Espera! —tomó mi brazo con fuerza, casi grité al sentirla, pero me solté bruscamente llegando a asustada. —Lo siento. —Déjame en paz —gruñí embravecido. —No lo haré, necesitas ayuda de inmediato. —¡Lo que necesito es que te largues y me dejes en paz! —contesté déspota y seguí mi camino apoyado de la pared en lo que retiraba las esquirlas de mi pecho. No alcancé a ver la saliente y caí en el suelo sintiendo como si mis huesos se quebraran en mil pedazos y los músculos fuesen rasgados. Ella, sin dudarlo un instante, me ayudó a levantarme y me dejé arrastrar por su perfume sin renegarle es

