El enorme furgón se detuvo frente a una inmensa propiedad a las afueras de la ciudad. Sin duda, Susana jamás había estado allí, y el corazón le comenzó a latir con más rapidez. Poco a poco empezaba a tomarle el peso a lo que pasaba. Su vida realmente podría correr peligro en ese lugar. Sólo rogaba un milagro… o la valentía para defenderse si llegaba el momento. —Bájate —ordenó Adriano. Sin pensarlo, ella descendió del vehículo. Abajo los esperaban dos sujetos. El de mechón rubio, y un chico de cabello oscuro que parecía un patán a simple vista. —Hazael, Castor… díganle al señor Shisui que ya estamos aquí —mandó el castaño y los subordinados obedecieron de inmediato. Ya anochecía y todo parecía peor en la oscuridad. Susana se sobresaltó al oír ese nombre. ¿Cuántos Shisuis podían ex