Martín estaba en la puerta de una habitación, esperando noticias de la enfermera sobre el estado emocional de Karen. Se sentía idiota por haberla alterado esa forma, pero estaba decidido a pasar por lo que sea; su rechazo, malas palabras o lo que ella quisiera hacer en su contra, con tal de que se convenciera de sus buenas intenciones. No le creía por ahora, pero estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible para que cambiara de opinión. Mientras tanto, estaba preso de una latente angustia porque Karen lloraba por su simple presencia… o por sus palabras. Era una sensación desagradable, que por nada del mundo quería volver a experimentar. —Toda acción tiene consecuencias, Martín —se dijo a sí mismo, tratando de calmarse. Nunca nadie; además de su hermano, le había importado tanto como e