El ruido que hacían la ambulancia y las sirenas de la policía, tenían a Susana con la cabeza dando vueltas. Veía a Adriano, sosteniendo su cabeza con ambas manos, mientras unas silenciosas lágrimas bajaban lentamente por sus mejillas. Su corazón se oprimió, sobre todo al ver luego cómo era puesto dentro de la patrulla, con unas esposas en las muñecas. Marco también vio la escena y no pudo evitar sentir un nudo en la garganta, por aquel hermano que no había tenido suficiente amor, como para encaminar su vida por el bien. Sintió lástima y muchos otros sentimientos se revolvieron en su ser, trayendo una especie de nostalgia a su corazón. No sentía odio por él, ni siquiera aversión… pero no era fácil llamarlo hermano, aunque suponía que debía acostumbrarse un día. —Ya todo pasó —comentó