Christine estaba desesperada, quería ganar tiempo para que aparecieran su padre o su primo, no podía permitir que Xander se la llevara a cualquier lugar que se le ocurriera. “El abuelo no lo dejará, tengo que hacerle llegar un mensaje,” pensó con angustia. No podía flaquear en ese momento, aunque el terror la tenía prácticamente paralizada, mientras miraba a aquel hombre que tanto la había lastimado, alzando las manos a modo de rendición. Habían pasado poco más de tres meses, donde había visitado de nuevo a su padre, aunque el señor Hendrick nunca estuvo de acuerdo, por su seguridad. Christine pensó con un nudo en la garganta que él tenía razón, no debió ir de nuevo hasta allá y ahora esas eran las consecuencias. —Debes venir conmigo, Christine —él trató de usar un tono suplicante, pe