El corazón de Xander se apretujó en su pecho, aunque el nudo en su garganta era aún peor. —Imposible… —su voz se quebró y más lágrimas salieron de sus ojos—. Esto no puede ser, maldita sea. El abuelo suspiró, sabiendo la tormenta que vendría ahora. —No lo es, ella se ha quedado en aquel bucle del tiempo y no puede avanzar —dijo, levantándose de su asiento—. Los médicos no dieron esperanza, no podrá avanzar jamás. Fue inútil ir a tantos países, rogando por un milagro. —¿Por qué? —Xander lo miró con rabia—. ¿Por qué la apartaste de mí todo este tiempo? ¡Por qué! Estaba fuera de sí, su rostro estaba rojo y las manos temblaban a sus costados. Su abuelo lo miró sin inmutarse, acostumbrado a esos arrebatos desde hace años. —¿De que hubiera servido? —espetó con desdén—. ¿Qué hubiera hecho