La fruta envenenada Parte2

1905 Palabras
Bianca abrió los ojos muy lentamente, lo primero que vio, fue a un hombre de cabello oscuro que la miraba fijamente. Marla corrió a verla – hija, ¿estás bien?, ¿dónde te lastimaste? – Estoy bien – respondió Bianca. El señor Cardenal tenía las manos en puños – ¿por qué hiciste eso? – Alzó la voz. Marla se levantó – no importa lo que pasó, hay que buscar un médico. – Sí importa – insistió el señor Cardenal y tomó la mano de Bianca para levantarla – ¿por qué intentaste bajar por la ventana?, ¿en qué estabas pensando?, tienes idea de lo que sería de mí sí algo te pasaba – la última frase la dijo con lágrimas en los ojos. Bianca bajó la mirada – lo siento, la puerta de mi habitación se trancó, y yo, no quería perderme la fiesta de compromiso, por eso intenté bajar por la ventana, hice mal. El señor Cardenal miró a su esposa – dijiste que se sentía enferma y que no quería bajar. – Debí malinterpretarlo – respondió Bianca. – Papá, iré a buscar al doctor – dijo Karen y salió corriendo. El señor Cardenal no dio objeciones, prepararon una habitación para Guillermo y el médico los revisó a ambos, Bianca estaba a salvo, sin embargo, Guillermo tenía una herida en la mano que no era muy grave y un tobillo torcido, que tardaría en sanar. El señor Cardenal escribió una carta para la familia de Guillermo explicando la situación y disculpándose, Bianca estaba bien, y se quedó en el comedor, Karen, tomó los medicamentos que el médico recetó, las instrucciones sobre cómo cuidar el pie de Guillermo y entró a la habitación. – Muchas gracias por salvar a mi hermana, mi familia siente mucho lo que pasó. – ¿La encierran a menudo? – preguntó Guillermo. Karen intentó no reaccionar – lo que pasó fue un malentendido, una de las empleadas se equivocó de llave, la puerta quedó trancada y después... – Es curioso – la interrumpió Guillermo – sí una empleada cerrara por error la puerta de mi hermana, mi padre llamaría a un cerrajero, o rompería la puerta – sonrió con burla – no seguiría adelante con la fiesta ni actuaría como si todo estuviera bien, es lo que la mayoría de las personas harían por su familia – la miró fijamente acusándola por lo que pasó. Karen tomó los medicamentos y el agua – el médico le dejó una receta. – ¿Es todo lo que dirás? Ambos guardaron silencio, Guillermo aceptó el medicamento, pero cuando Karen intentó cambiar las vendas, él no lo permitió. – Yo lo haré, pide que me dejen solo. Karen asintió. Ese fue el primer día con su futuro esposo, sin ser bruja o adivina, Karen tenía una idea muy clara de cómo sería el resto de su vida matrimonial. Bianca estaba en la cocina – lo siento – dijo al ver a Karen – soy una tonta, arruiné todo y ahora – sus manos se frotaban de manera nerviosa – hermana, en verdad lo lamento. – No fue culpa tuya – sonrió Karen, aun llorando – no es tu culpa. Bianca la abrazó. En el segundo día, las heridas de Guillermo se veían mejor, no así su tobillo, que estaba hinchado, Karen se quedó a su lado durante gran parte del día, no tenían conversaciones profundas, Karen le explicaba lo que haría y Guillermo respondía con monosílabos, a veces, ni siquiera la miraba. En el cuarto día, la hinchazón bajó, Guillermo podía caminar desde temprano, pero esperó a que Karen fuera a comer, para salir de la habitación y dar un paseo, se suponía que su visita sería corta, un encuentro con su prometida, una discusión con la familia por haber cambiado el trato y de regreso a casa, de todas formas, ese compromiso no era algo que él pudiera cambiar, sus padres ya lo habían decidido. Pero esperaba, no sentirse tan decepcionado. La casa era grande, sí se comparaba con la suya, tenía tres pisos, además de un granero, un establo y una plantación, también había mucho espacio desperdiciado, sí su familia tuviera más influencia y logrará anexar a los Cardenal, ellos podrían usar ese terreno para una granja. Por desgracia, su matrimonio era con la hija adoptiva, no con la hija biológica y su familia tuvo que conformarse con el paso libre para sus mercancías. No importaba cómo lo viera, era una derrota. En el granero se escuchó el cacareo de las gallinas, Guillermo caminó despacio para acercarse y vio a una mujer estirando el brazo para meterlo en los nidos de las gallinas y recolectar los huevos, por su apariencia y largo cabello oscuro, supo quién era – señorita Bianca. Ella giró la mirada y una gallina picoteó su mano – ah, hola – acomodó la canasta – muchas gracias por ayudarme, ¿ya se siente mejor? Bianca era hermosa, dulce y agraciada, su apariencia reflejaba cierta ternura que era difícil de describir, quizá por su rostro redondo, o por la forma de sus ojos, lo que fuera, hacían que se viera como una joven delicada, muy diferente de Karen, cuyo cabello rojizo y rostro pecoso la hacía lucir agresiva y rebelde, el tipo de esposa que sería difícil dominar. – Sí, ya me siento mejor. Bianca suspiró lenta y profundamente – es porque mi hermana lo cuidó, ella también cuida de mí cuando estoy enferma, ahora que se casen, la extrañaré mucho. – ¿No estás molesta con ella? – ¿Por qué? – Por encerrarte ese día. Bianca no comprendió de qué hablaba – no, eso fue un accidente, Karen no me encerró. Guillermo se lamentó – no deberías ser tan confiada. Algo en esas palabras, hizo que Bianca se sintiera molesta y tuvo un mal presentimiento – tengo que llevar los huevos a la cocina, con permiso – caminó de prisa, empujando a las gallinas y estas aletearon, como eran agresivas, muchas picotearon a la única persona que quedaba, Guillermo. De regreso en la cocina, Bianca puso la canasta de huevos sobre la mesa y corrió por la casa, encontró a Karen cargando agua para llevarla a la habitación de Guillermo, pero él no estaba. – Te encontré. Karen volteó a verla – no está, Bianca, ayúdame a buscar al joven Guillermo, su tobillo no se ha recuperado. – Se veía bastante bien. Karen se sobresaltó – ¿lo viste?, ¿dónde? – En el granero, caminaba con las dos piernas – cruzó los brazos – sí ya se recuperó y te está obligando a cuidarlo, es un aprovechado, no me gusta. Karen sintió un poco de alivio – no lo es, salvó tu vida, lo menos que podemos hacer es cuidarlo. Bianca miró a su hermana, desde hace varios días había algo diferente en ella – Karen, ¿te pasa algo? Ella sonrió – hermana, ¿crees que el amor pueda salvarlo todo? – Sí, siempre lo creeré. – Y dime, ¿qué les pasa a las personas que viven sin amor? Bianca no pudo responder, porque sintió, que Karen hablaba de sí misma. Al día siguiente Guillermo se encontraba más recuperado, aunque su tobillo se hinchaba, lo hacía solo por las tardes, por las mañanas podía caminar sin problemas. Se levantó desde temprano, dio una vuelta por el granero y miró los campos que su padre deseaba sembrar. – Tanta tierra desperdiciada. Las ramas aplastadas detrás suyo le hicieron saber que no estaba solo, dio la vuelta y Bianca empujó una canasta llena de manzanas. – Sí ya se siente mejor – declaró Bianca – trabaje, a mi papá no le gustan los haraganes. Guillermo miró la canasta, después los árboles que estaban en un costado del granero – ¡tú sola haces todo eso! – No, ayudo un poco. Guillermo sonrió, imaginó que Bianca hacía mucho más, pero era demasiado humilde para admitirlo – ¿a dónde los llevo? – A la cocina. – Bien – sonrió Guillermo, acomodó la canasta para cargarla más fácilmente y caminó detrás de Bianca, el tramo no fue muy largo, volvieron a la mansión, entraron a la cocina y del otro lado de la mesa, preparando la masa, estaba Karen. Bianca sonrió – hermana, te traje un asistente. Guillermo dejó la canasta sobre la mesa. – Le dije, sí ya te sientas mejor, es justo que trabajes – aseguró Bianca con una gran sonrisa – iré a ver a mi padre – y se despidió sin dar más explicaciones. Guillermo se recargó sobre la mesa y también salió, no miró a Karen por más de dos segundos, ella tampoco le pidió que hiciera algo más. Por la tarde Bianca peinaba a los caballos y vio que Guillermo estaba de nuevo mirando hacia el valle, enojada por su pereza, lo puso a revisar los establos, apalear abono y por la noche, lo envió a darse un baño. El día siguiente fue muy similar y al llegar la noche, Karen esperó en la habitación de Bianca. Ella llegó después de limpiarse y la vio – hermana. – ¿Qué estás haciendo? – fue una sencilla pregunta, pero se sintió como un reclamo. – ¿A qué?, oh, ¿lo notaste? – se sentó en la cama junto a Karen – no me gusta la forma como te trata tu prometido, así que lo puse a trabajar – cruzó los brazos – ya debe odiarme por ser una mujer mandona, ¿te ayudó a cocinar?, quise quedarme para verlos, pero papá sigue muy molesto y quería ir a verlo, Karen – la miró y se quedó sin palabras, su hermana lloraba. – Tu idea, es pasar todo el día con él, regañarlo y actuar como su esposa, ¡estas ayudándome! – sus lágrimas se sintieron calientes – ¿tengo que darte las gracias por seducir a mi prometido? Bianca intentó decir algo y sus labios se movieron. – Quédatelo – dijo Karen y se puso de pie – igualmente, es a ti a quien quiere – caminó con las piernas débiles hacia la puerta. Bianca no lo entendió, pensó que era una confusión y tras un momento, corrió detrás de Karen – espera, fue un malentendido, no es lo que quería. – Suéltame. – Hermana, por favor. Llegaron a las escaleras. – Te dije que me sueltes – dijo Karen alzando la voz y al dar la vuelta, en el borde de las escaleras, su pie trastabilló, sus manos se movieron hacia atrás y su cuerpo rodó por las escaleras hasta llegar al suelo. Bianca se aferró al barandal, sus manos se sentían tiesas, intentó atrapar a su hermana y en el último segundo, tuvo miedo de caer con ella, perdió tiempo agarrándose del barandal y no la alcanzó – hermana – susurró y tras ver la sangre sobre el suelo, gritó y corrió escalones abajo para verla. En la puerta de la cocina, Marla temblaba, desde su perspectiva, pareció que Bianca había empujado a su hermana para provocarle esa caída y la hizo a un lado para mirar a su hija cuya cabeza sangraba – ve con tu padre, que traiga un médico. Bianca salió de su ensoñación, se levantó e hizo lo que le dijeron. Guillermo estaba en su habitación, escuchó los gritos que venían de la planta baja y salió al pasillo para descubrir lo que había pasado.
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