Matrimonio infantil Parte2

1821 Palabras
“Hay una leyenda”, contó Cedric, “los lugareños dicen que, durante el huracán, una familia de sirenas se mudó a la isla. Dicen que llegaron arrastrándose por la furia de la tormenta, pero sus raíces se quedaron en la isla” En el imperio de Theron, la princesa Serena se levantó de prisa y corrió a la biblioteca – tía Mariana – alzó la voz. La encargada de la biblioteca la miró – alteza. – Sirenas. La encargada frunció el ceño – entendido. El reino de Theron era, efectivamente, muy poderoso. Una sola palabra del rey, la reina o la princesa, podía mover montañas, acercar los mares y despejar las nubes. Así era como se contaba y se decía, que la familia gozaba de la protección del espíritu rey del cielo, uno de los más poderosos. Bajo las órdenes de la princesa Serena, todos los libros sobre sirenas fueron llevados a su habitación y tras una larga lectura, respondió a la carta de su prometido, al final agregó “no sabía que las sirenas eran tan impresionantes, gracias por traerlas para mí, dime, ¿qué más hay en tu isla?” Cedric miró por la ventana y en una hoja limpia, dibujó el mar, las rocas y la parte de la ciudad que se alcanzaba a ver desde la ventana. Serena miró el dibujo y quedó impresionada – es increíble, ¡cómo es que dibujas tan bien! Cedric se preguntó si el príncipe sabría dibujar y temió haber cometido un error catastrófico, de prisa, se levantó de su escritorio y corrió a buscar al príncipe. Tomás tenía práctica de esgrima. Siendo el más pequeño de cuatro hermanos, era natural que su preparación física estuviera muy separada de sus hermanos mayores, de veinte, dieciocho y quince, pero a Tomás no le gustaba perder y sin dudarlo, puso todo su empeño en el entrenamiento. Gonzalo, el mayor de los cuatro soltó un largo suspiro – ¿por qué te esfuerzas tanto?, te romperás un hueso y tendremos que enviarle a la princesa, un producto defectuoso. – ¿Producto? – reclamó Jeremy, el segundo hermano – nuestro pequeño Tomás no es un producto, es un trofeo. La princesa lo colgará en la pared para que todos lo vean. Tomás aceleró la marcha, aumentó la fuerza con la que agitaba su espada, sus pies se volvieron rígidos por la tensión y en un mal movimiento, cayó al suelo. Sus tres hermanos se burlaron. Como hacían siempre. Tomás odió ser víctima de sus burlas, pero odió más a la princesa Serena, era por su culpa que todos lo trataban de esa forma. – Alteza – anunció Cedric, venía corriendo y tenía la carta de la princesa en las manos – tengo una pregunta, ¿usted…? No terminó su pregunta, ni siquiera pudo formularla, el príncipe Tomás lo golpeó en el rostro. – Fuerte con los débiles, débil con los fuertes, ¡qué gran futuro príncipe consorte! – se burló Gonzalo. Cedric miró al príncipe sin comprender por qué lo habían golpeado. – Sal de mi vista – le dijo Tomás – y nunca vuelvas a aparecer o haré que te ejecuten – susurró. Era una amenaza vacía. Dada su posición Tomás no podía ordenar una ejecución y no tenía ni la autoridad, ni el temple para hacerlo, pero quería dejar una marca sobre el corazón de Cedric para que nunca más volviera a aparecer con una carta de la princesa en sus manos. A los catorce años las habilidades de esgrima del príncipe Tomás mejoraron mucho. Mientras, la princesa Serena, de diez años, leía en su habitación – en el valle Liriama las montañas respiran neblina y los ríos cantan secretos antiguos – presionó la carta sobre su pecho – es un artista y un poeta, nana, ¿qué hago? – se levantó preocupada. Su nana la miró sin comprender – ¿a qué se refiere, alteza? – Yo no soy artista. Su nana sonrió y le dijo – alteza, ¿me permite? Serena asintió e inclinó la cabeza para que su nana pudiera darle un beso. – Sus intereses y los del príncipe Tomás no tienen que coincidir, amamos a las personas no solo por nuestros puntos en común, sino también por nuestras diferencias. El príncipe es un artista y usted aprecia el arte, en mi opinión, son la pareja perfecta. Serena sonrió. Con veintitrés años, el príncipe Gonzalo Gelea, contrajo matrimonio y el reino tuvo una princesa heredera. Desde su lugar entre los invitados, Cedric hizo un dibujo de los novios, otro del altar y varios de la fiesta, entre sus dibujos tomó nota del conejo que se coló a la fiesta y se llevó varias verduras de la mesa, también del ave que se posó sobre la fuente y se acercó peligrosamente al pastel, y de los dos perros que corrieron entre los invitados. Más que las personas, los pequeños invitados peludos y emplumados, fueron lo mejor de la fiesta, desde su perspectiva y no dudó en retratarlos. En su habitación, la princesa Serena de doce años, miró los dibujos y cerró los ojos, cuando los abrió, se detuvo a observar cada línea del dibujo, el rostro expresivo de la princesa, la posición de los invitados, el pastel, la comida y los pequeños desastres que ocurrieron esa tarde. – Hiciste que me sintiera parte de la fiesta. Gracias. Gonzalo había celebrado sus nupcias y su posición dentro de la familia estaba asegurada, no le preocupaba su pequeño hermano, porque, hasta donde se sabía, no sería la princesa quien heredaría el imperio, sino uno de sus primos y eso dejaría a su hermano totalmente fuera de la línea de sucesión. Alguien tocó las puertas y las abrió de par en par – alteza, debe venir pronto, es urgente. Gonzalo frunció el ceño. No le gustaba que uno de los empleados irrumpiera en sus aposentos, pero pudo ver que se trataba de un tema delicado y recogió su abrigo para seguirlo. Un nuevo barco estaba en el puerto, diferente a los barcos mercantes que a diario se detenían y con un diseño muy estilizado, el nombre del barco era Elara. Tenía la escultura en madera de una doncella con el rostro de la princesa heredera, la actual esposa del príncipe Gonzalo cuyo nombre era Elara. El príncipe no pudo creer lo que sus ojos veían y antes de que pudiera formular una pregunta, su esposa corrió y saltó sobre él para colgársele del cuello. Gonzalo intentó apartarla para preguntar. – ¿Qué ha sucedido? El rey intervino porque su nuera no tenía palabras – es un regalo de tu cuñada, la princesa Serena lo mandó a construir y lo envió como regalo de bodas. Gonzalo miró la escultura y no pudo creerlo – ¿cómo? Fue el turno de la reina, ella tenía consigo una carta enviada por la princesa y se la entregó a Gonzalo. La carta tenía una letra muy hermosa, delgada y estética. Prueba de que la princesa llevaba cuatro años escribiendo diariamente y en ella, hablaba de la boda, de sus buenos deseos para ambos y de las noticias que recibió de su esposo. Al leer esa parte, Gonzalo giró la mirada hacia Tomás y él se sintió atacado. Siendo que gran parte de los últimos años Gonzalo se dedicó a insultar a su hermano y burlarse de él por estar destinado a ser un ¡consorte!, sintió culpa y fue a verlo. – Dile a mi cuñada, que agradezco el obsequio. Fue la primera vez que Gonzalo habló de la princesa Serena como su “cuñada”, y no de una forma despectiva. Tomás miró hacia atrás y buscó al erudito que le enviaron para que escribiera las cartas, pero él no estaba ahí. Esperó a que su hermano iniciara el primer viaje del barco y más tarde, mientras todos cenaban para celebrar, lo buscó. Cedric estaba en su estudio, regando una planta que puso junto a la ventana. Tomás abrió la puerta y empujó a Cedric tan fuerte, que él se inclinó sobre la maceta y esta cayó al suelo, quedando hecha añicos. – ¿Qué le dijiste? – preguntó Tomás, pero Cedric seguía mirando la maceta – oye, ¡te estoy hablando! – tiró de su hombro para obligarlo a girar – ¿qué fue lo que dijiste? Cedric no preguntó a quién se refería, ya que la única persona con la que se comunicaba era la princesa Serena, lo que no sabía, era la razón detrás del enfado del príncipe – yo – balbuceó. – Le regaló un barco a mi hermano – explicó Tomás. – ¡Ah!, sí, le conté de la boda, y del compromiso, no, le hablé primero del compromiso y después de la boda, también le conté de la princesa Elara y del sueño de su hermano de recorrer los mares. Tomás frunció el ceño y miró por la ventana. En una de sus primeras cartas la princesa Serena le dijo que, si él lo quería, ella construiría un hipódromo, y mencionó otras cosas que ya no recordaba. Estaba muy enojado solo de pensar en el excesivo poder que una niña de ocho años tenía y como él, sería un trofeo a su lado. Sin embargo, había ciertas ventajas en tener una esposa con tanto poder. Entonces giró y miró a Cedric – dile que necesito un nuevo campo de entrenamiento y mejores armas, el que tenemos es una basura. Anda – lo empujó – escribe. Cedric asintió, miró una última vez la maceta que cayó al suelo y volvió al escritorio. Su carta comenzó hablando de su entrenamiento, de su amor por la esgrima y al final, mencionó que su campo de entrenamiento tenía muchos defectos, para complementar, fue al campo e hizo un dibujo. La carta fue entregada. Dos meses después, el príncipe Tomás tenía un nuevo campo de entrenamiento con muñecos de madera, zonas de tiro con arco, gradas y equipo de protección, así como espadas y lanzas nuevas. Tomás quedó muy impresionado. En su castillo, Serena miró por la ventana – qué extraño – susurró, por la forma en que su esposo hablaba y se expresaba, nunca imaginó que fuera el tipo de hombre que disfrutaba de sostener una espada, sin embargo, era un hombre, tampoco se trataba de un hecho tan sorprendente. Los años pasaron, el príncipe Tomás cumplió dieciocho años, pero la princesa Serena todavía tenía catorce y era muy joven para conocer a su esposo. El príncipe Jeremy también se casó, para entonces, el castillo era más grande, había más barcos y un hipódromo, así como una sala de equitación y numerosos trajes que la princesa envió para el esposo al que no podía ver. Y así, llegó el día en que la princesa Serena cumplió dieciocho años y oficialmente, se le permitió subir a un barco y conocer a su esposo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR