La sustituta seguía en el suelo, con las piernas inertes y apoyándose sobre las palmas de sus manos. Francis abrió la puerta y Perla lo miró con rabia, después giró la vista hacia su copia y apretó los dientes. – Nos vamos – decretó, tomando la mano de la sustituta y arrastrándola fuera de la habitación. Perla estaba furiosa, impulsada por los celos y con los puños apretados – nos vamos – dijo en voz alta, tomó la mano de la sustituta y la sacó de la habitación a rastras, presionando con fuerza porque no estaba llevando a una persona, en su mente ella arrastraba un maniquí inútil. Subieron al elevador, bajaron en la planta baja y Perla continuó caminando hasta llegar a su coche, entonces empujó a la sustituta y azotó la puerta. Sus ojos estaban humedecidos – nunca, en toda mi vida me

