Liliana cerró la puerta y al dar la vuelta pateó sin querer la maleta de Elisa – lo siento – se disculpó y soltó un resoplido – de acuerdo, tu cama es esta, ese es tu escritorio, tu armario y el baño está por allá. Puedes ordenarlo como quieras, pero no te metas con mi lado de la habitación…, ¿hola? ¿me estás escuchando? Elisa alzó la mirada, todavía no podía creer lo que veía. Ese castillo era idéntico al de sus sueños – ¿cómo dijo que se llamaba el club? – ¡No es cierto! – exclamó Liliana – no importa cómo se llama, a Clara y a sus amigas solo les gusta perder el tiempo, no hay secretos en esta vieja iglesia, tampoco vampiros encerrados en el sótano ni brujas dando clases. Lo que sí hay son castigos por llegar tarde y aplica para todo el dormitorio, así que, por favor, no vayas a unirt

