—¿Estás embarazada de mí? —cuestionó Matías tragando saliva cuando le conté por qué estaba llorando en la oficina. Rodé los ojos y negué con la cabeza— ¿Es del doctor? —Sí —él suspiró. —Uf, menos mal, todavía no quiero ser padre —luego pensó un momento—. ¿Y entonces qué es lo malo? Yo pensé que estaban juntos. —Es que hoy se va a África y no pude decirle que va a ser padre, me odiaría. —¿Odiarte? Noelia, por favor, ¿por qué te odiaría? Es más, si yo fuese el padre del bebé me gustaría que me lo digas, es decir, si yo fuera Gastón preferiría saberlo y no darme cuenta que perdí años de paternidad cuando vuelva y me diera cuenta que es mi hijo. Corrí y corrí por todo el aeropuerto sin parar. Tenía que encontrarlo, tenía que saber la verdad o no me lo perdonaría nunca. Matías y Lautaro