Los días pasaron lento y aburridos. No recibí ni una llamada de Gastón y ni siquiera lo había visto cuando fui a buscar a mi papá al hospital cuando le dieron el alta. Mis sentimientos por él eran cada vez más fuertes cuando recordaba el beso y me sentía mal por no estar con él.
Lautaro se sentía culpable de lo que había pasado y, aunque no me dio la plata, me regaló ropa nueva como consuelo. El clima frío y lluvioso no ayudaba a mejorar mi estado de ánimo, tampoco funcionaban las bromas y atenciones de mis amistades y otra vez estaba volviendo a quedarme encerrada y pensativa. Ya ni las palabras de Lautaro podían ayudarme.
Había sido la peor semana de mi vida, ni siquiera me entusiasmaba que fuera viernes, ya sabía que no iba a salir a ningún lado y menos con la maldita lluvia. Sabía qu
