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1817 Palabras

—Buen día —dije, entrando a la oficina y saludando a mis compañeros. Miré de reojo a Matías y lo ignoré pasando por su lado. Desde que lo había visto en la cafetería con la novia no nos dirigíamos la palabra, apenas comentábamos cosas del trabajo. Lautaro estaba al tanto de esto y siempre trataba de ser intermediario entre nosotros, pero rara vez le hacíamos caso. —¿Cómo va todo, Noe? —cuestionó mi amigo mirando el reloj—. ¿Te quedaste dormida? —Algo así —respondí algo malhumorada, extendiendo una tela sobre la mesa para comenzar a trabajar. La verdad es que me había quedado despierta toda la noche mirando películas de amor a causa del insomnio y, cuando al fin me pude dormir, sonó el despertador al que no le presté atención hasta que sonó por quinta vez y me levanté a las corridas,

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