Habían pasado ya cinco semanas de nuestra primera salida y desde entonces, habíamos aumentado el tiempo que pasábamos juntos fuera de la oficina. Andrés ya no solo me acompañaba los eventos sociales, sino que todas las noches al salir de la empresa hacíamos algún plan como ir a cenar, al cine o a algún sitio bonito en las alturas de Madrid de las que, al parecer, ambos disfrutábamos tanto.
En la oficina tratamos de que nadie notara que había comenzado una relación entre nosotros. Bueno, nadie menos las personas que suponían, y las que lo sabían… Como Marta, quien no perdía oportunidad de hacernos bromas y de decirnos lo feliz que estaba de que por fin estuviéramos juntos.
Y estaba tan feliz que esa noche de miércoles fuimos a comer a su casa. Yo estaba súper feliz, aunque luego me arrepe
