En cuanto su boca toca la mía, mi pulso se acelera, mi estómago entra en un revuelo de mariposas y siento que floto. Sus labios carnosos son más suaves de lo que imaginé y no puedo hacer más que seguirle el beso que cada vez se vuelve más apasionante, pero lleno de ternura. ¡Olivia, esto está mal! ¡Se va a casar!, dice mi razón. Pero no me importa, la perra de su novia se lo merece. Kevin enreda su mano con mi pelo y me aprisiona contra la pared para profundizar el beso. Yo lo tomo por la nuca, aún sin poder creer lo que está pasando, pero no quiero cortar el mejor beso que me dieron en mi vida. Tras unos pequeños besos se separa de mí y me mira a los ojos con una sonrisa. Mi respiración está agitada, mis mejillas arden y caigo en la realidad: besé a mi contrincante. Carajo. —Eso fue