No pude pegar un ojo en toda la noche. Di vueltas por toda la cama, incluso pensé en contar ovejitas, pero no hubo caso. Mi mente volvía al momento del beso una y otra vez, incansablemente. Y ahora estoy pagando caro el insomnio. Luego de tomar una taza de café bastante cargado y sin azúcar, salgo más temprano que lo habitual de casa porque tengo que ir caminando a la pastelería, ya que dejé la bici allá, pero en cuanto estoy saliendo, mi vecino también. Sus ojos están rojos, como si tampoco hubiera podido dormir. Está muy serio, algo desaliñado y no tarda en resoplar cuando me ve. Mala señal. Cierro la puerta de mi departamento con velocidad y comienzo a irme a paso rápido. —¡Olivia! —me llama y me detengo de golpe. Cierro mis ojos y suspiro, estoy segura de que me va a decir algo s