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1478 Palabras

Gabriel me hace poner el celular en una caja a la vez que cierra la reja y lo miro con odio. Yo sabía que eso de meterme en casa ajena no iba a terminar bien. Y ahora estoy encerrada en una maldita celda, presa por el mismo hombre que me dio aquella idea. —Voy a sacarte de acá —susurra antes de irse. Bufo mientras miro a mi alrededor. Lo único que hay es un colchón roto tirado en el piso y un inodoro sin tapa. Espero que mis amigas paguen la fianza o me voy a morir acá. Me dirijo al colchón y me siento sobre él, con la espalda apoyada en la pared y pensando que es el momento ideal para tocar una armónica... si supiera tocarla, claro. En todas las películas de presos siempre hay uno que toca ese instrumento con melancolía y ahora entiendo por qué, este lugar es un asco, y eso que solame

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