Abro mis ojos concentrándome en la tenue iluminación amarilla a lo largo del camino serpenteado de ingreso entre las mesas, en el lugar donde creí escuchar su voz no hay absolutamente nadie conocido. Solo un alborotado grupo de personas despidiéndose. “¿Te volviste loca? ¿Estás segura de haber tomado la mejor decisión?” Bajo la cabeza con tristeza, decepcionada que sus palabras no sean ciertas en la medida posible del para siempre que tanto se jactaba. O enojada por confiar en mis ilusiones nuevamente y darme la oportunidad de comprobar lo que su carta plasmó. — Yo y mis tontas ilusiones –frunzo el ceño sin evitar el profundo suspiro lleno de decepción brotando tan natural mientras me concentro en el camino desolado. — Podemos acabar con las ilusiones y hacerlas realidad, dependiend