Mi corazón me golpea con una fuerza descomunal el pecho. La confesión me tomó por sorpresa, dejándome sin palabras. Mimente se llenó de preguntas, pero ninguna de ellas encontró salida. ¿Cómo podía ser que el hombre que creía que me odiaba, en realidad amaba sonrisa?
Pero en mi corazón, sentía una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Me sentí feliz al escuchar que alguien amaba mi sonrisa.
—Durante 9 años… te observaba y veía tu sonrisa cuando estabas con los demás. Era hermosa y perfecta —acaricia mis labios con su pulgar —Pero cuando me sonreías a mi cuando te pedía algo, podía ver que era falsa, una sonrisa forzada y lo odiaba, queria que también me sonrieras de la misma forma que lo hacias con los demás.
“Pude sentir el olor a tequila en su aliento.
—Estas ebrio…
—¿Y? —cuestiona —No dicen que los niños y los ebrios dicen la verdad. —tenia esa sonrisa traviesa que me ponía nerviosa y con los pelos de punta —Cuando te conocí pensaba: es linda. Por eso los primeros días intenté acercarme a ti, pero me rechazabas como si fuera una plaga y fue que me di cuenta que la sonrisa que me dabas era muy diferente a cuando estabas con alguien que te agradaba.
Ahora que recuerdo, los primeros días el se acercaba a mi, pero por su reputación preferí mantener la distancia porque no soy como las demás. No. mi enfoque era en trabajar para mi hija y el sexo con con un hombre, en especial con mi jefe que era un alto peligro para mi trabajo; por eso lo mantuve lejos.
—Tú querias sexo y yo solo queria un trabajo fijo para poder darle un futuro a mi hija, de que me hubiera servido convertirme en tu próxima aventura.
—Podría haberte dado todo lo que quisieras, dinero, … lujos… Míranos ahora, ella está en la mejor escuela del país, te lo pude dar todo desde antes, pero me alejaste como si fuera una vil rata
—Todos te conocemos Abel. Conocemos perfectamente lo que hubiera pasado si lo hubiese permitido, habría sido cosa de una noche y yo no soy esa clase de mujer, además, … si hubiese pasado como dices, le habrías dicho a todo el mundo que era por dinero. No soy una prostituta Abel, tengo principios que no son convertirme en la zorra de un hombre rico para satisfacerlo, mi vida gira entonrno a mi hija; además, ,¿ que tengo yo que habrías querido tú?, soy una mujer con celulitis y encima con un cuerpo….
—No. —pone su dedo índice sobre mis labios —Yo… te decía así porque… no quería que sonrieras. queria que creyeras que todos pensaban lo mismo que yo para que así no pudieras sonreír… pero yo nunca quise dañarte tanto.
—Eso es egoísmo.
—Porque quería que sonrieras para mí, quería… ser yo la razón de tu sonrisa, pero nunca pude lograrlo, no pude antes y menos ahora. Por eso… decidí que es mejor dejarte ir, cumpliré lo prometido y también te dejaré ir. Fui un tonto en pensar que podría lograr que te enamoraras de mi en corto tiempo.
“Enserio lo esta diciendo”
—¿Hablas enserio?
—Estoy lo suficientemente sobrio para saber que digo la verdad.
—Estás loco.
—Tal vez. Y creo que es por eso que no quiero salir y que tú y tu hija me sigan odiando m. —Su mirada me abruma porque es inquietante —Puedes irte.
Se aleja de mi para que pueda irme, se hace a un lado y toma un libro. Observo la puerta y medito mi oportunidad de irme, pero al verlo y pensar que no lo volveré a ver mi corazón deja de latir. ¿Por qué?.
—Y si no me quiero ir. —dije haciendo que dejara de leer —Y si quiero quedarme contigo. —me mira sobre su hombro —Y si te digo que comencé a quererte.
Lo abrazo por la espalda con temor a que me rechace.
—Siempre… fui desconfiada con los hombres desde que me embaracé, pensaba que solo querían lo mismo, por eso protegí a mi hija de este horrible mundo, no quería que ella sufriera lo mismo, sabia que nadie podría protegerla de la misma forma que yo lo hago, pero… jamás pensé que encontraría a alguien le afectaría tanto que mi hija le dijera que lo odiaba. —gira sobre sus talones —De alguna forma, me mostraste una parte agradable de ti que no conocía. Nadie se había preocupado por mi como tu lo has hecho. Si fueras el mismo jefe que me echó vilmente de su compañía, me habría dicho que fuera a la farmacia por unas pastillas y no se habría tomado la molestia de llamar al medico de su familia.
—Tal vez no te ame, pero te aseguro que de alguna forma… haces que mi corazón se emocione cada vez que te veo. —susurro con un dejé dulzura al hablar. —Siento que enloquezco cuando se trata de ti.
—¿En verdad? —pregunta con duda
—Si. —afirmo —Si te veo… siento que quiero estar contigo, si me sonríes, de alguna forma me pones nerviosa, algo que no me pasaba antes. Hace un instante me quedé en blanco y me detuve a pensar que no volveré a verte, me di cuenta de que la idea de pensarlo me dolía y mucho.
Por primera vez, pude ver en él una sonrisa de felicidad, pero cuando estaba admirándola; él me toma desprevenida al suspenderme, avergonzada le pedí que me bajara, pero él no me escuchó y me termino besando, esta vez le correspondí. No fue como ese día en que me echó, en realidad se sentía tan bien el beso que lo profundice y ni siquiera me importaba si llevábamos mucho tiempo besándonos.
Me deja sobre una meza sin alejar sus labios de los míos, sonrío y el hace lo mismo y seguimos besándonos, algo que comenzó a provocarnos calor. Sentía que la ropa me asfixiaba y como si hubiera leído mi mente comienza a quitármela y yo hago lo mismo con su camisa.
—Espera… —dije al ver que lo íbamos a hacer —No podemos…
—¿Qué? Pero si somos marido y mujer, solo consumaremos el matrimonio ¿no?
“Bueno, en realidad tiene razón”
—¿Pero aquí no? Puede venir alguien.
—Tienes razón, como podría hacerlo con mi esposa en un lugar así.
Entre abro mis labios al verlo pensativo. Por primera vez me llamó su esposa como algo importante o con orgullo. Sin evitarlo lo atraje a mi, acuno su rostro en mis manos y le doy beso tierno haciéndolo parpadear y luego sonreir.
—¿Por qué fue eso?
—Porque esta vez, si me llamaste en verdad tu esposa cuando no hay nadie cerca.
Me toma de la mano para ayudarme a ponerme de pie, pero mis pies flaquean cuando tocan el suelo haciendo que me sostenga.
—Aun sigues débil. Ven, te llevaré a la cama.
Abel estaba por cargarme, pero le dije que no y de por favor le rogué que solo me sujetara para no caer, no parecía contento, pero dijo que respetaría mi decisión. Íbamos de camino cuando nos encontramos a la cuñada de Abel cerca de las escaleras.
—Vaya, así que no te ha matado el cáncer. Pero pronto lo hará. Cuñado, debiste elegir a una esposa que no fuera tan enfermiza. —suspira viéndome con decepción —Supongo que eso pasa cuando no cuidas tu salud.
Me mira indicándome que mi enfermedad es por mi peso, porque no una flaca como ella.
—Ya quisieras ser tú, ¿no?