Después de dormir sólo un par de horas, Damián se levantaba de su cama con mucho sueño y con sumo cuidado de no despertar a la mujer que aún permanecía dormida. Sonrió para sí, ella era hermosa, le gustaba mucho.
Fue hasta el baño donde hizo sus hábitos de higiene. Seguidamente se dio una ducha, donde aprovechaba para poner su mente en blanco, borrando cualquier pensamiento que pudiese irrumpir en su trabajo.
Salió del baño con una toalla alrededor de su cintura y con otra secando su cabello. Sin ninguna emoción miró a Bianca que recién despertaba y parecía un poco pensativa, como si estuviese procesando dónde estaba.
—Buenos días, señor —dijo cuando lo observó a cierta distancia de ella.
—Buenos días —respondió con sequedad a la vez que se daba la vuelta e iba en busca de su vestimenta.
Ella sin demostrar temor o vergüenza alguna enrolló la sábana en su cuerpo y se levantó para ir hasta el baño y darse una ducha.
No pudo evitar sentirse un poco confundida, era extraño que después de compartir toda una noche de intimidad a la mañana siguiente actuara como si nada hubiese pasado. Ciertamente no esperaba un trato especial, pero si un poco menos de frialdad. Pero parecía que esperaba mucho de él.
Con esos pensamientos terminó de ducharse, se envolvió en una toalla blanca para luego salir del baño. No se molestó siquiera en fijarse si él seguía en la habitación, simplemente caminó en dirección en donde había dejado tirada su ropa la noche anterior.
—No te pongas eso —lo escuchó decir cuando recogía su ropa. Un tanto confundida, frunció el ceño y levantó la vista en dirección a su voz.
Se encontraba de pie bebiendo lo que parecía ser un café, su mirada seria y su postura firme le resultaba intimidante, incluso para ella que no se amedrentaba fácilmente.
—Disculpe, señor, pero... ¿qué me pondré? —inquirió aún con su ceño fruncido.
—En un momento te traerán ropa, desde hoy vestirás como una ejecutiva. Necesito traer un guardaespaldas siempre sin levantar sospechas, y tú eres una buena opción.
—No le parece extraño que siempre lo esté siguiendo.
—No si hacemos parecer que eres mi secretaria. Necesito tener la mirada en todo, tú eres una buena opción para esto.
Ella se encogió de hombros y asintió hacia él.
—Si usted así lo desea, haré lo que ordene, señor.
Él sólo asintió y se dio la vuelta dando por terminada la conversación.
Terminó de beber su café y buscó su celular, necesitaba saber cómo iban las cosas por Italia. Había dejado a su primo Dante a cargo, confiaba en él y era lo más cercano a un amigo.
Damián no era mucho de hacer amistades, era muy reservado y no con cualquiera solía abrirse. No en su posición, no podía permitir revelar sus debilidades a alguien por mucha confianza que decía tenerle.
—¿Cómo va todo? —preguntó cuando su primo contestó la llamada.
—Todo va bien, como siempre ocurren algunos que otros problemas pero nada grave.
—Perfecto, porque necesito que pongas a alguien a vigilar de cerca a Irina Korsakova.
—¿A Irina? Sabes lo difícil que es eso, esa mujer es muy meticulosa en elegir a las personas que la rodean.
—Lo necesitamos, estoy seguro que es ella la que está causando problemas en las empresas de aquí.
—¿Quieres decir que ella ya sabe que esa empresa pertenece a la mafia italiana? —preguntó Dante muy alarmado.
—No lo sé, pero lo más seguro es que no. Quiero también que investigues a todas las empresas que son competencia con la nuestra.
—Ya me pongo en eso.
—Bien, es probable que la próxima semana llegue por allá, necesito comprobar con mis propios ojos que todo está como a mi me gusta.
—Cómo quieras —respondió Dante, ya estaba acostumbrado a la desconfianza de Damián. Era algo muy común en él.
Él colgó la llamada justo en el momento que tocaban la puerta de la suite, fue a abrir y era uno de sus hombres con la ropa para Bianca. Tomó la bolsa y cerró la puerta para luego caminar en dirección a la habitación.
Sin molestarse en tocar la puerta entró encontrándosela desnuda sobre la cama con su móvil en mano. Frunció el ceño al verla tomarse fotos, se acercó a ella deprisa y le arrebató el celular.
—¿Qué...? —ella lo miró con total sorpresa, se incorporó de inmediato y quiso levantarse para quitarle el objeto.
Damián con el móvil en mano miraba lo que ella estaba haciendo en él. Con cierta molestia se volvió a ella, la lanzó a la cama sin ninguna delicadeza, él también subió a la cama ubicándose sobre ella.
—Hay algo que tienes que tener muy en claro, Bianca —tomó su rostro y acercó su rostro, rozando sus labios —Desde el momento que abriste tus piernas para mi, tu cuerpo me pertenece. No puedes estar con ningún otro hombre que no sea yo, no me gusta compartir a mis compañeras de cama.
Ella se burló y quizo quitárselo de encima pero él no se lo permitió.
—Está equivocado, señor. Yo no le pertenezco a nadie, le entrego mi cuerpo a quien deseo no a quien me lo exige.
—No, Bianca. Por ahora eres mía, nadie puede tocarte ni siquiera verte porque es hombre muerto. Mis amantes son exclusivas, tú cuerpo me pertenece y lo tendré cada vez que yo lo deseo.
—¿Me tomará a la fuerza entonces? —le preguntó con mucho enojo detonando en su rostro.
Damián soltó una risa burlona, sin quitarle la mirada de encima llevó sus manos hasta su parte íntima. Le miró con socarronería.
—¿A la fuerza? Estás mojada, Bianca y ni siquiera he hecho lo más mínimo para seducirte.
Ella se removió inquieta cuando él la siguió acariciando sin quitarle la mirada de encima.
—Por favor... —se detuvo en cuanto sintió uni de sus dedos introducirse en su interior, seguido de otro.
—¿Por favor qué? —preguntó él llevando su boca al hueco de su cuello. Dejó unos húmedos besos a la vez que movía sus dedos de dentro hacia fuera.
—No pare, quiero... más —soltó en un aullido mientras se movía contra sus dedos, deseando más de sus caricias.
—Cuando estemos en la cama llámame Damián —dijo a la vez que introducía un dedo más en la húmeda v****a.
Ella sólo asintió en respuesta, lo próximo que emitió sólo fueron gemidos pidiendo por más. Damián decidió complacerla un poco y descendió hasta su entrepierna, sacó sus dedos y los remplazó por su boca. Pasó su lengua despacio por su pliegues, como si era alguna paleta la que estaba saboreando.
—Me voy a correr, Damián—dijo ella temblando un poco.
—Aún no, quiero que lo hagas hasta que te penetre con mi lengua.
Ella sólo asintió y siguió emitiendo gemidos, con ese hombre como amante estaba segura terminaría perdiendo la cordura. Lo único en lo que pensaba era en el momento que se adueñara de su ser y la hiciera ver las estrellas.
Le encantaba la forma en que movía su lengua ahí abajo, se retorcía cada vez que succionaba sus labios inferiores y a la vez que acariciaba su punto G.
—Ahh no creo poder aguantar más, me voy a correr.
Él la ignoró y siguió degustándola, le gustaba oírla gemir y sentirla enloquecer con cada orgasmo.
—Córrete cuando quieras —dijo él luego de un momento seguido de eso su lengua se adentró en su v****a haciendo delicados movimientos que la hicieron gritar de placer. No duró mucho conteniendo aquel orgasmo, fue en cuestión de segundos cuando él sintió sus fluidos en su paladar a la vez que la sentía temblar y emitir otro grito lleno de placer.
Él sonrió apartándose y subiendo hasta su boca de la cual se apoderó robándole el aliento.
—¿Ves cómo si eres mía, Bianca? Me perteneces.
Ella aún ruborizada, acarició sus labios y su barba.
—Soy tuya.
Él sólo sonrió y volvió a besarla.