Caminaba por los callejones solitarios de la ciudad, a su alrededor había mucho silencio el único ruido era el de sus pisadas. Miraba para todos lados buscando a su víctima, había unos momentos se había escabullido y por nada del mundo aquel hombre podría quedar vivo. Había visto lo suficiente como para delatar su verdadera identidad, y aquello no era conveniente teniendo en cuenta que se encontraba en territorio del enemigo. Sonrió al verlo recostado sobre una pared con la respiración agitada. Sigiloso se acercó a él sin que se percatara de su presencia, al estar a tan sólo un paso de él, lo tomó por el cuello de su camisa provocando un grito de su víctima. —¡No me hagas nada, por favor! Prometo no contar a nadie lo que he visto —suplicó aquel hombre de estatura media y de algunos ve