Capítulo XXX-5

2913 Palabras

Tras esta declaración, la anciana se quedó mirando el reloj. —¿Le recuerdo una cosa, distinguida señora? —intervino Rigaud—. Ese documento sin importancia estaba en esta casa la noche en que nuestro amigo el preso, que, como yo, tan bien conoce las cárceles, regresó del extranjero. ¿Le recuerdo otra cosa? Esa mujercita, esa avecilla canora no llegó a medrar, tuvo que pasar muchos años en una jaula, vigilada por un guardián a quien usted eligió y a quien nuestro querido intrigante conoce muy bien. ¿Obligamos a nuestro querido intrigante a que nos diga cuándo vio a ese guardián por última vez? —¡Yo se lo diré! —exclamó Affery, quitándose el delantal de la boca—. Yo lo soñé; fue el primero de mis sueños. Jeremiah, si te acercas ahora, ¡gritaré tanto que me oirán hasta en la catedral de San

Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR