Las palabras del príncipe Kratos retumbaban en la cabeza de Alana, se puso en guardia y trató de golpear a Bacil, pero éste de un solo golpe la hizo caer al suelo de nuevo, los entrenamientos no eran fáciles para ella, una chica delgada y que toda su vida, se había dedicado a la fabricación de telas. Alana tenía ganas de llorar, pero sus ganas se contuvieron cuando alguien habló.
—Veo que sigues sin aprender nada—Dijo Kratos no muy sorprendido.
Alana se puso de pie de inmediato e hizo una reverencia. —Larga vida al emperador— dijo ella mientras mantenía su cabeza agachada, durante los últimos días no había visto a ninguno de los príncipes y eso la alegraba mucho, en especial, si se trataba de Kratos, él daba mucho miedo, era tan intimidante que la pobre temblaba de solo pensar en su nombre.
—Creí haberte dicho que no había etiquetas entre tú y yo— dijo Kratos mientras la examinaba a detalle, ella era tan frágil que estaba seguro de que solo bastaba un golpe para aniquilarla.
—Lo siento señor.
Kratos caminó hasta la chica, ella tenía un moretón en la frente y una de sus mejillas, su hermoso rostro, magullado así, le causó cierto conflicto interno. —Está bien por hoy.
—Si señor— dijo Bacil y se retiró junto con Argón.
—Ve a curar tus heridas— dijo Kratos mientras daba media vuelta.
Alana se mordió el labio y sus ojos se pusieron cristalinos. —¡Señor!...no soy la hija de la Luna, se ha equivocado— dijo ella completamente segura de que no estaba hecha para el combate, ni para salvar a nadie.
Kratos se detuvo en seco y la miró por el rabillo del ojo. —Sígueme, te mostraré algo.
Alana lo siguió mientras se limpiaba sus ojos, llegaron hasta un caballo de color negr*o, Kratos subió a tan majestuosa bestia y la miró, extendió su mano hacía ella, sin dudar, Alana tomó su mano, sus ojos se abrieron de golpe, cuando él la jaló sin problemas y la subió al caballo, sus mejillas se ruborizaron al darse cuenta que él quedó detrás de ella, y sin perder tiempo, cabalgaron hasta una de las montañas no muy a lo lejos.
Al llagar a la cima, Alana pudo ver la hermosa ciudad de Jade en todo su esplendor, y más a lo lejos, algunos pueblos que preferían de la soledad del campo y sus colores verdes.
Kratos señaló frente a ella. —Dime, ¿que hay en esa dirección?.
Alana tragó saliva, él estaba tan cerca qué podía sentir su calor corporal, ella apenas y podía pensar, nunca había estado tan cerca de un hombre ajeno a su familia, Kratos era demasiado masculino, su cuerpo, sus facciones, debía de tener mujeres hermosas a sus pies, era ridículo pensar que él se alteraba del mismo modo teniéndola tan cerca, una chiquilla que lloraba por todo, trató de concentrarse y miró al frente. —Está el pueblo de Kategat, de ahí vengo yo—Dijo Alana sintiendo como su cuerpo se tensaba.
—Mira más allá.
Alana trató de verlo de reojo, sentía su mirada sobre ella y eso la ponía muy nerviosa.
—Más allá…están…, están las montañas de Garum.
—¿Sabes que hay detrás de esas montañas?.
Alana negó. —Es una zona prohibida—Respondió al recordar las amenazas de su madre de jamás ir a ese lugar.
—La segunda línea de defensa se encuentra justo detrás, hombres y magos pelean ahí día y noche para que los Yaruk no lleguen a Kategat, donde viven cientos de familias, donde está tu familia, ¿Crees que para mí es una opción qué no seas la hija de la Luna?.
—Mi señor…yo no se pelear, ni siquiera se sacar mi poder para ayudarlos.
—No me lo digas a mi, ve y díselo a ellos, eres su esperanza, no la mía, puedes fingir ser igual a ellos, pero tu y yo sabemos que siempre has sido diferente, la noticia ya se ha regado por todo Jade y mucho más allá, ¿Cómo les diremos a todos que eres una farsa?, o mejor…¿Cómo les diremos qué no quieres ayudarlos porque tienes miedo?.
Alana se giró un poco para verlo, él la miró a los ojos, él corazón de la chica latió con rapidez, tal vez por el miedo que él le daba, o tal vez por que él estaba demasiado cerca.
‘Tucutum, tucutum’…Kratos se preguntaba ¿Qué era esa sensación rara dentro de él?, ¿Porque su corazón latía de forma extraña?.
—Volvamos, tengo cosas que atender— dijo tratando de no pensar en lo incómodo que eso lo ponía.
Al volver al palacio, Alana lo miró marcharse sin decir nada más, era verdad, siempre se sintió diferente, escuchaba a los árboles susurrar cosas, también podía ver el aura de las personas, si él aura era blanca, eso significaba que eran personas relativamente buenas, pero si él aura estaba oscura, eso significaba que sus intenciones nunca serían para el bien, y por alguna razón, no podía ver el aura de Kratos, ni de Mujan.
Y cuando estaba demasiado asustada, ella lograba detener él tiempo unos segundos. Jamás le dijo a nadie, siempre ocultó sus secretos, por temor a ser tomada como loca.
Se sujetó el pecho y suspiró. “Me esforzaré, lo haré en verdad”.
A la mañana siguiente, Alana se levantó temprano, desayunó como de costumbre y se apresuró a ir a sus entrenamientos.
Bacil y Argón se miraron él uno al otro al verla tan entusiasmada, tal parecía que por fin, había aceptado su destino.
Esa misma tarde, Alana fue invitada al salón de la emperatriz, estaba muy nerviosa, Laret la ayudó a vestirse de etiqueta, Alana se sorprendió al saber que fue el mismo Mujan quién había elegido todos sus vestidos.
Y aunque estaba presentable, no estaba segura de que decir o de que debía hablar.
Al llegar al salón de la emperatriz, Alana miró a Laret. —¿Qué debo de decir?.
—Espere a que su majestad diga algo y solo haga algunos comentarios, no la adule tanto, eso no le gusta, todas aquí lo hacen—Dijo Laret.
Alana asintió.
Entró al salón y al ver a la emperatriz sintió muchos nervios, no la había visto desde su primer día aquí, la emperatriz era una mujer ocupada, y mucho más ahora que el emperador no estaba bien de salud, Alana hizo una reverencia y trató de no temblar. —Larga vida a la emperatriz.
—Acércate un poco más, quiero verte bien—Dijo la emperatriz al ver a la hermosa Alana, usando ese vestido, ella en verdad parecía una mujer de la alta sociedad.
Alana fue obediente, había otras cuatro mujeres en aquel salón, quienes la veían como si ella tuviera alguna enfermedad contagiosa.
—¿Qué tal van los entrenamientos?—Preguntó la emperatriz.
—Me estoy esforzando mucho, majestad.
—Eso he escuchado, debió tomarte por sorpresa toda esta situación, ¿Qué tal te estas adaptando?.
Alana tragó saliva. —Muy bien, este lugar es muy bonito—Respondió la chica ocultando su verdadero sentir, extrañaba su hogar y sus amigas.
—Claro, no se puede comparar el palacio con una choza en un pueblo.
Alana miró a la mujer que dijo aquello y aunque sintió muchas ganas de defenderse, todo lo que hizo fue sonreír y asentir.
—Toma asiento, acompáñanos a tomar el té— dijo la emperatriz.
Alana se sentó en un lugar vacío y miró la taza frente a ella sobre una hermosa mesita de roble, una sirvienta le sirvió un poco de té y Alana suspiró.
—Mi señora, escuché que van a remodelar el jardín del ala oeste a petición del príncipe Kratos—Comentó una de las doncellas que estaba ahí.
La emperatriz bebió de su té con suma elegancia y sonrió —Yo ordené tal remodelación, en unas semanas se celebran las victorias de mi hijo, quiero que él palacio, esté todo de rojo para hacerle honor.
—Seguro que al príncipe le va a gustar mucho.
—El príncipe debería de enfocarse en buscar una esposa.
Alana no sabía que comentarios hacer sobre eso, así que se mantenía en silencio.
—Ya se lo he comentado, pero él es muy obstinado con lo que quiere, el matrimonio no está en sus planes tal parece, pero pronto encontraré una buena mujer para él— Comentó la emperatriz.
—Farim sería una excelente esposa, es hermosa y es hija de un marqués.
—¿Farim?, ja, su hermana se metió con su propio tío, su reputación no es buena, jamás dejaría que mi hijo se uniera a una familia como esa— dijo la emperatriz un poco ofendida.
La esposa de Mujan miró a Alana, sentía celos y estaba un poco asustada de ser desplazada por esa muchacha y aquella profecía, jamás la dejaría tomar su lugar como la primera esposa del futuro emperador. —¿Qué hay de Alana?, es joven, hermosa, sin duda sería una buena esposa para Kratos, la hija de la Luna y el dragón rojo, ¿No es eso lo que todos esperan?.
Alana se sobresaltó y miró a la emperatriz.
Una de las doncellas de la corte sonrió ante aquella propuesta, pues ella había estado esperando por el lugar tan anhelado junto a Kratos, no importaba si él era frío y arrogante, era sumamente guapo y varonil. —La profecía dice que la hija de la Luna será la esposa del emperador, Mujan es el sucesor.
—Oh, solamente que quiera quitarme a mi esposo— dijo la emperatriz mientras miraba a Alana.
La joven negó con rapidez. —Jamás haría tal cosa mi señora— respondió Alana muy alterada.
La emperatriz sonrió al ver la expresión de la chica, era un poco refrescante tener a alguien como ella en el palacio. —Yo sé que no, ¿Estarías dispuesta a ser la esposa de alguno de mis hijos?.
—Pero mi señora, Mujan es mi esposo, ¿Por qué pregunta eso?.
—Te casaste con mi hijo hace un año y aun no le has dado ningún hijo, una futura emperatriz infértil, eso sería ridículo— dijo la emperatriz sin una pizca de compasión.
Alana estaba sumamente incómoda con la conversación de las damas.
—¿Y bien?—Preguntó la emperatriz volviendo su mirada soberbia a Alana.
—Yo…
De pronto, Mujan entró al salón e hizo una reverencia, saludó a su madre y sonrió al ver a Alana, se sentó junto a ella y la miró sin tapujos. —Aún no me acostumbro a tu belleza, aún con esos moretones sigues siendo la mujer más bella qué he visto.
La esposa de Mujan se puso de pie y salió del salón completamente enojada.
—Tú esposa se vuelve cada vez más insolente— dijo la emperatriz con un poco de disgusto al verla marcharse de tal modo.
—Perdónala madre, hablaré con ella después. ¿De que hablaban?—Preguntó Mujan sin hacer tanto caso a su esposa.
—Alana estaba por decirme que opina sobre el matrimonio.
Mujan miró a la chica y la pobre Alana sentía que no respiraba correctamente, el príncipe Mujan era muy guapo, pero no le gustaba de esa forma, no planeaba tener nada sentimental con él.
—Para mí, el amor es importante, jamás me uniría a alguien a quien no amo—Respondió Alana.
—Dichosa tú, que puedes decidir en tales cuestiones— dijo la emperatriz de modo tajante. —Aunque, me temo que esa opción ya no esta disponible para ti.
—Basta madre, no la asustes, el futuro ya esta escrito de cualquier modo— dijo Mujan mostrando su hermosa sonrisa.
La emperatriz sonrió y miró a Alana, hacía muchos años atrás, ella había rezado fervientemente a la luna, y ahora temía, que sus hijos se volvieran rivales, las cosas que estaban pasando, la ponían muy nerviosa, así que decidió no hablar más del tema.
Continuaron tomando el té y hablando de cosas sin sentido para Alana, y una vez que aquella reunión terminó, ella fue acompañada por el príncipe a su residencia.