Capítulo 4.Demasiado débil.

1575 Palabras
“Espero que eso te sirva de motivación”. Alana no podía dejar de pensar en las frías palabras de ese hombre, era evidente qué en el corazón de Kratos no existía la bondad, esa noche no paró de llorar, había sido alejada de su familia así como así, sin importar lo que ella quisiera. A la mañana siguiente despertó de golpe, pensó que había sido una pesadilla, pero no, estaba en el palacio, en una casa que desde ahora debía de llamar hogar. —Señorita, ya esta despierta. Alana miró a Laret y se sobó la cabeza, ¿Desde cuándo Laret estaba ahí de pie?. —Pensé que había sido un sueño. —La entiendo, me pasó el primer día que fui traída aquí. —¿De verdad?. —Si, mis padres me entregaron a la familia imperial para servirles, desde entonces estoy aquí, no es que sea tan malo, pero en algunos años más, podré ser libre, aunque…, no sé qué es lo que haré cuando esté fuera, este lugar, se convirtió en mi hogar. —Debe ser difícil. —Ya estoy acostumbrada, vamos, tiene que alistarse, no querrá hacer enojar al príncipe Kratos. —¿Por qué lo haría enojar?. —¿No se lo dijo?, él va a entrenarla. —¿Él?. Unos minutos después, Alana se encontraba en un enorme jardín, había una pared con armas, espadas, escudos, y otros instrumentos qué Alana nunca antes había visto. Había guardias cuidando el lugar, si ella no supiera su destino, sin duda disfrutaría del hermoso día que era hoy, el sol se estaba poniendo en lo alto, el viento fresco golpeaba su piel, había hermosas flores alrededor de aquel campo de césped verde, todo era tan hermoso en el palacio. De pronto sintió un escalofrío al ver al príncipe Kratos junto con el príncipe Mujan, eran hermanos, pero no lo parecían, Mujan vestía prendas de seda, una túnica con bordados dorados, un cinturón de Jade y hoy traía un sombrero qué cubría su larga cabellera, mientras que Kratos, traía una túnica guinda, un cinturón de cuero y unos brazales qué hacían juego con su cinturón, en su cintura traía una espada qué debía de pesar demasiado, pero él, no parecía ni siquiera notarla. Alana hizo una reverencia y se limitó a ver el pasto debajo de sus pies, solo así dejaría de temblar. —Oh, hermosa Alana, te vez como una guerrera con ese uniforme— dijo Mujan al verla usando el uniforme que usaba el ejército para entrenar, era un poco grande para ella, pero ya se había mandado a confeccionar ropa especial para ella. —Gracias mi señor— dijo Alana con las mejillas enrojecidas, si no hubiera sido por Laret, ella jamás se hubiera podido poner aquellas prendas. —Basta de hablar, empecemos— Ordenó Kratos sin intenciones de socializar. Alana suspiró y se quedó ahí de pie, estaba muy nerviosa, ¿Qué se suponía que debía de hacer?, de pronto llegaron dos hombres más, ambos llevaban el emblema del dragón en el pecho y se veían poco amistosos. —Señor, ya estamos aquí—Dijo uno de ellos dirigiéndose a Kratos y haciendo una reverencia. —Ella es Alana, de ahora en adelante, su deber es cuidarla y enseñarle lo que saben, Alana, ellos son magos de clase cinco, pon atención a todo lo que digan, ¿Entendiste?—Ordenó Kratos sin esperar una respuesta por parte de la chica. Kratos era demasiado frío, la pobre Alana solo asentía, aun así, estaba fascinada de estar frente a magos de alto rango, solo había un mago de clase seis, y ese era Kratos, único en el mundo. —Muy bien, enséñame qué tienes— dijo el príncipe mientras se ponía firme delante de la chica. Para Kratos, Alana era demasiado débil, llevarla a la batalla en su estado actual, sería llevarla a una muerte segura, debía aprender a defenderse, debía aprender todo sobre sus enemigos, y eso tomaría tiempo, así que esperaba que ella fuera inteligente, de lo contrario, sería una pérdida de tiempo, en realidad, él no esperaba mucho de ella, como fuera, él iba matar a Aruk. —¿Qué quiere que haga señor?—Preguntó Alana intimidada por la mirada del príncipe. —Solo pégame, o más bien, inténtalo. Alana no quería hacer tal cosa, ¿Golpear al príncipe?, eso era absurdo, se encogió en hombros y agachó la cabeza. —Pero señor usted… —Olvídate de que soy el príncipe, desde ahora entre tu y yo, no hay etiquetas, necesito saber, si al menos sabes usar los puños. Mientras tanto, Mujan miraba todo con fascinación, Alana era una joven exquisitamente bella, su silueta fina y ese rostro angelical, era evidente que era pura, era demasiado inocente. Sonrió al pensar en la profecía, ella sería su esposa, eso significaba que ella sería suya, que bendecido había sido. La pobre joven se armó de coraje y alzó el mentón, miró a Kratos a los ojos y sus mejillas estallaron en un rojo intenso, cuando Kratos miró aquella reacción en ella, le pareció tierna, los ojos de Alana brillaban de un modo encantador, “Demasiado inocente”, pensó para sí mismo, demasiado débil. —Hazlo— Ordenó él con firmeza. La joven levantó sus puños, ¿Dónde se suponía que debía golpearlo?, él era alto y fornido, ¿Dónde se suponía que era un buen lugar?. Sin pensarlo mucho, solo lanzó su puño, Kratos tomó su golpe, la hizo girar y la empujó, tratando de no ser igual de brusco qué con los hombres que entrenaba, tenía claro qué ella era una dama después de todo. Alana abrió los ojos de golpe y volteo a verlo. —Otra vez— Ordenó él. La chica volvió a intentar golpearlo, pero fue inútil, fue empujada de nuevo y tirada al pasto. —¡Tú puedes Alana!— Gritó Mujan tratando de darle ánimos. Alana se avergonzó de escuchar las palabras de aliento del príncipe Mujan. Intentó golpear a Kratos, pero fue inútil nuevamente, y esta vez Kratos la abrazó por la espalda. —Eres demasiado débil— le susurró al oído. —Desperdicio mi tiempo— dijo y la soltó. Se acomodó el cabello y bufó. —Enséñenle a defenderse— Ordenó mientras daba media vuelta dejando a la pobre Alana echa piedra. Mujan sonrió y siguió a su hermano. —¿No eres demasiado cruel con la joven?— Preguntó mientras lo alcanzaba. —Tal vez si será mejor drenarla—Dijo Kratos tratando de no pensar en lo bien que ella olía. Mujan sonrió un poco divertido, Kratos nunca había sido amable con nadie. —Será mi esposa. Kratos lo miró de reojo y se detuvo en seco. —Ya estas casado. —Eso se puede arreglar. —¿Siempre vas a ser tan promiscuo?, ¿Cuántas mujeres más necesitas para estar satisfecho?. —En cambio tú, ¿Acaso tienes algún gusto oculto?, soy tu hermano, no te juzgaré, dímelo, ¿Si tienes sexo o no?—Preguntó Mujan. —La chica tal vez ni siquiera sobreviva, mientras esté aquí está a salvo, pero una vez fuera del palacio, su vida estará en juego y si no sabe defenderse va a ser muy difícil que llegue a ser emperatriz. —¿Has sabido algo de Aruk?. —Aún no, pero hay un gran número de Yaruk qué se movió al norte, debe de estarse escondiendo ahí. —Alana es nuestra esperanza, sabes qué es importante y es por eso, que vas a cuidar de ella, será tu familia después de todo—Continuó Mujan. —He llegado muy lejos, con ella o sin ella, voy a matar a Aruk, no voy arriesgar todo por una chiquilla como ella—Dijo Kratos y continuó su camino. “Me pregunto ¿Si en verdad tendrá corazón?”, pensó Mujan mientras veía la espalda de su hermano. Esa misma tarde, Alana llegó hecha añicos a su residencia, Laret la ayudaba a llegar, la joven se tiró en el pasto incapaz de dar un paso más y suspiró. —Estoy agotada. —Le prepararé algo de comer para que tenga energía, y un té para que se relaje— dijo Laret al verla tan agotada. —Gracias. La chica se quedó tirada en el pasto mirando el cielo, no era buena en el combate, estaba segura de que habían cometido un terrible error. Se levantó de golpe y miró los muros que rodeaban sus aposentos, tal vez, si escapaba…”No, irían a buscarme, puedo ir al oeste…” Era absurdo, tal vez si hablaba con el emperador. Mientras tanto, Kratos estaba en su habitación, estaba demasiado pensativo, si la profecía era verdad, eso significaba que pronto…él iba a morir. Los días siguientes, Alana recibió entrenamiento tras entrenamiento, con cada día, los magos Argón y Bacil aumentaban el grado de dificultad, y eran menos compasivos con la joven. ¡Pum!...Alana cayó al suelo y Bacil solo frunció el ceño. —Tienes que ponerte firme. —Si señor— dijo Alana mientras se ponía de pie, tenía ganas de llorar y de decir que ya no quería entrenar, pero no podía hacer tal cosa. “Pues entonces no serás de utilidad para el palacio, y ordenaré qué te cuelguen a ti y a tu familia, espero que eso te sirva de motivación.” —Veo qué sigues sin aprender nada.
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