La noticia ya era conocida y el rumor se extendía, los transeúntes miraban el dibujo del sospechoso y ponían atención en la apariencia que de inmediato fue tachada como: ¡el rostro de un delincuente!, todos aseguraban que tan solo con una mirada se podía ver que aquel hombre era un asesino y lo condenaron mentalmente deseándole todos los males del mundo.
Durante el funeral el llanto de Melissa Anderson fue el más fuerte y opacaba las palabras del sacerdote, Elena caminó hacia el féretro y se detuvo para deslizar los dedos sobre el ataúd de madera con detalles elegantes, las flores llenaban la mansión y los sonidos se convirtieron en zumbidos.
En el camino al cementerio mantuvo la frente en alto, no había personas a su lado, solo ella en su papel de viuda esperando por el momento en que e
