- ¡Cálmate mamá! - ¿Cómo me pides que me calme con todas estas cosas que me estás contando? – Quise responderle, pero no me lo permitió - ¡No importa! Cuéntame cómo es que Vicente lo sabía y tu estás vivo, porque que sepas que no sé si te perdonaré lo que hiciste – apuntándome con el dedo índice de la mano derecha - - ¡Mamá, ya para! Por favor… ya tengo bastante con mi conciencia, ¿Vale? – se sentó, volvió a tomar su taza de café, e hizo un gesto como disculpándose por su arrebato – Y así fue como le conté a mi madre, la historia de aquella promesa… Después de muchas veces de intentar hablar con Isabel de lo que pasó esa noche entre nosotros, de que me negara recordarlo y de que me dijera también que se había dado cuenta que no sentía nada por mi, una noche