Llevaba dos semanas encerrada, lo sabía porque veía la luz del sol y el anochecer por la ventana de la habitación. Salvatore enloqueció por completo, el mismo día que me encerró no volvió a abrirme. Me ató los pies con una cuerda a la cama, me usaba para satisfacerse sexualmente, no entendía cómo mi príncipe azul se volvió un monstruo. Me golpeaba cuando me resistía mucho, lo mordía, intentaba liberarme a como diera lugar. Pero no podía, estaba desesperada, quería huir de él. Me daba comida que compraba, la cuerda era larga por lo que podía ir al baño de la habitación y bañarme, me dolían las articulaciones por la fuerza con las que ató las cuerdas. Intente hablar con él, muchas veces, le pedí que me dejará ir. Que no hiciera esto, pero todo era en vano. No había palabra alguna que lo con

