Entro en casa, seguida por él y da un portazo. Me giro y pongo mis manos en mi cintura. Frunzo mi ceño y me quedo mirándolo fijamente. Niego con la cabeza y me giro para subir las escaleras. — ¿Dónde vas? Tenemos que hablar. — Creo que hemos hablado suficiente —digo entrando en la habitación para dirigirme al cuarto de baño. — No lo creo, no quiero que sigamos enfadados. — Ah, ¿estás enfadado? Me meto en el baño y me levanto mi camiseta para ver si tengo algo en mi costado. Está rojo, imagino que mañana tendré un hematoma. Mark abre la puerta y me sobresalto, bajando mi camiseta. — ¿Qué te has hecho? —Se acerca a mí y retrocedo. — Nada, estoy bien. — Déjame ver qué te has hecho —insiste poniendo las manos en el borde de mi camiseta. — Maldita sea, no me h

