Finalmente, el gran sueño de Michael se estaba cumpliendo. Shelly lo acariciaba con su mano y él podía acercarse con seguridad y confianza a sus enrojecidos labios. Los labios de Michael ardían como el mismo fuego, y palpitaban de deseo por los sagrados besos de Shelly. Esta vez Shelly había confesado que Michael le gustaba y por eso Michael dejó su alma en aquél beso. Tomó el terso rostro de Shelly con una mano y con la otra sujetó su cintura. Luego la acercó poco a poco hasta él, respirando el aliento de Shelly con sus labios. Sus inocentes labios que nunca habían besado a una mujer como lo haría esa vez, empezaron a buscar sentir los labios de ella, rodeándolos por todo su contorno, sintiéndolos sublimemente, casi sin tocarse. Shelly dejó salir un sensual suspiro, que despertó la enl

