Ese lunes, Michael se presentó a primera hora en el estacionamiento del hospital. Rose llegó treinta minutos más tarde, pues no está acostumbrada a trabajar. De hecho, podría decirse que ese era su primer trabajo en toda la vida. —¡Perdón! ¡Perdón! ¡Ya llegué! ¡Es que había mucho tráfico! —señaló Rose, aún con el cabello mojado y sin peinar ni maquillar. —¿A mí qué me dices? Dile al chofer que te ha estado esperando... —le dijo Michael de mala manera. —¡Lo siento chofer! Podemos irnos cuando guste... —se disculpó Rose. —No se preocupe señorita... el director me indicó que la esperáramos. Bueno... suban y nos vamos... Ya cargamos todo su equipo médico —indicó el chofer. Los dos se subieron a la camioneta. Michael no fue caballeroso con ella y se subió primero, sentándose junto a l

