Mi asistencia a ese viaje de negocios a Inglaterra me fue confirmada por Dante Ricci al llegar a Roma y, por supuesto, me hice la sorprendida. Estaríamos quince días en Londres pero sabíamos que serían por demás intensos y llenos de reuniones, como cada vez que viajábamos en ese plan. Una vez más, pasaría mucho tiempo fuera del hotel y tendría muy poco o nada de espacio para los paseos, pero sabía que Rafael me comprendería y apoyaría tanto como lo venía haciendo hasta el momento. Una vez más, pasaría mucho tiempo con Fabrizio y seguramente como tantas veces, acabaríamos superándonos a nosotros mismos y generando que Dante Ricci, al menos para sus adentros, se llenara de orgullo del hijo que tenía y de la Gerenta General que había preparado y elegido para defender sus intereses económic