Letizia
Había llegado el día de conocer a mi suegra. Veronique… la hermana menor de Ferrari, quien había enviudado muy joven y desde que su hijo había tenido edad suficiente para valerse por sí mismo, se había dedicado a viajar por el mundo y a disfrutar de la vida junto con sus amigas.
Un ser del que no esperaba algo distinto a la máxima perfección, pues había criado un hijo espectacular y, por lo que Rafael me había contado en los días que pasaron entre que nos hicimos novios formalmente y ella llegó a la capital, llevaba un estilo de vida bastante similar al nuestro: hacía y vivía de lo que realmente le llenaba el alma. Era feliz sin importarle lo más mínimo lo que pensaran los demás. Elegía lo que quería hacer y con quienes quería estar en cada momento e iba con todo, a por ello.
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