Solo para mí.

1190 Palabras
Alessandro. Está mañana me levante temprano para trabajar, algunos amigos vendrán para hablar de negocios. Raven entra a mi oficina. —Mi amor, estos caballeros te buscan. Los dos hombres miran a Raven descaradamente. —Gracias, Raven, ve a tu habitación. —Lo haré, pero antes de eso, algo me causa curiosidad. ¿Tienen hijas, señores? —Sí, ambos tenemos hijas, el señor Maxwell tiene tres hijas y yo una. —Escuché lo que hablaron de mí, ¿creen que soy sorda? —¿Qué dijeron, Raven? —Pregunto. —Qué ahora contratas a putas jóvenes para follar en casa, y que te pedirían información sobre mí para usarme después. ¡¿Cómo se sentirían ustedes si un hombre se expresará así de sus hijas?! —Lo sentimos, es que Alessandro nunca había tenido novia. —¡No me importa, que les quede claro que soy su novia! Ella sale muy molesta de mi oficina. Miro a los dos hombres, aprieto mis puños hasta que siento que mis uñas se clavan en mis palmas. —Alessandro, ¿tú entiendes verdad? —Les daré cinco segundos para que se larguen, juro que cortaré sus malditas lenguas. Ellos salen rápidamente de mi oficina, camino detrás de ellos hasta que salen y cierran la puerta. Voy a la habitación de Raven, no la encuentro por ninguna parte. La busco por toda la casa y no la encuentro, hasta que voy al jardín y ahí está. Sentada mientras corta con sus dedos los pétalos de una flor. Me siento a su lado sin decir nada, ella tampoco habla, esperaba que lo hiciera. —Lo siento, Alessandro. —¿Por qué? —Me dijiste está mañana que eran tus amigos, y que harías negocios con ellos, creo que lo arruine como siempre, pero no pude evitarlo. —Hiciste lo correcto, me alegro no haber hecho negocios con ellos, no te preocupes. —¿En verdad me veo como una prostituta? Calum, los del parque y ahora estos hombres. —No, no lo creo, solo son unos malditos bastardos, no hagas caso. Es más, prométeme que siempre dirás lo que piensas y nunca permitirás que nadie te haga daño. —Te lo prometo, ¿quieres café y postre? No puedo creer que rápidamente cambie su humor, en este momento es la misma de siempre. —Sí, gracias, pero creo que tú harás que suba de peso, desde que estás aquí me das de comer muy bien. —Tu peso es lo que menos me importa, te amaría aunque fueras una oruga, mi amor. Nos levantamos y entramos a casa. —Mi amor, llego este pequeño paquete. —¿Qué es? —No lo sé, no quise abrirlo. Lo abro y es una llave, la mando Susan. —Toma, es para ti. —¡¿Estás hablando, enserió, mi amor?! Estoy tan feliz, te prometo que la guardaré muy bien. —Es para que cuando vuelvas a tu casa y vengas por las noches a visitarme puedas entrar sin tocar el timbre. Muchas mujeres hoy en día son interesadas, solo les importa mi dinero, pero a ella eso es lo que menos le importa. Es feliz con esa llave, mientras salta de la felicidad miro sus tetas. Acaricio su rostro, es tan suave, bajo lentamente hasta llegar a sus senos. —¿Recuerdas que te dije que te follaría en cada rincón de la casa? —Sí, lo recuerdo, yo te dije que podías porque soy tuya, ¿lo recuerdas? —Sí, lo recuerdo. Lo hicimos en mi habitación, en la tuya, en el auto, en las escaleras. —Vamos al sofá, mi amor. Ella me toma de la mano, hasta el momento no había dejado que ninguna mujer tomara la iniciativa, pero esa mezcla de inocencia con picardía me encanta y hace que me ponga más duro. Lo hacemos en el sofá, después del almuerzo lo volvemos a arrepentir en mi oficina. Sin darme cuenta, los días a su lado son un paraíso. Por la tarde continuó con mi trabajo, ella me dijo que estaría en su habitación viendo una película. No puedo concentrarme, debe estar boca abajo, el colchón y las sábanas deben rozar su pubis, sus deliciosas tetas que tanto me gusta chupar y amasar, sus hermosos labios suaves que saben a cereza. Cierro mi portátil y salgo de mi oficina, camino por un pequeño pasillo que me lleva a su habitación. La puerta se encuentra abierta, tal y como lo pensé, ella se encuentra en ropa interior, ríe y come palomitas de maíz. Su cabello se encuentra húmedo, el olor de su crema corporal de vainilla está por toda la habitación. Ella me descubre. —Mi amor, ¿necesitas algo? Sé que te gusta beber café por la tarde, ¿quieres tu café? Está a punto de levantarse. —Quédate ahí, Raven, no necesito nada. —Está bien, ¿quieres ver la película conmigo? —Lo haré. Me siento a su lado, pero esa tanga color rosa no me deja concentrarme. Aunque la prefiero desnuda, es perfecta, deslizó mis dedos sobre sus piernas, ella se da la vuelta y ríe. —Lo siento, es que me da cosquillas. Me acerco un poco más, acarició su entrepierna hasta llegar a su v****a. La masturbo con mis dedos sobre la tela de su tanga. Ella cierra los ojos y gime. Cuando está a punto de llegar al orgasmo aparto mi mano. Su tanga está empapado por sus líquidos. Ella apaga el televisor y se quita todo, cuando esta después se arrodilla en el piso y desabrochó mi pantalón. Lame la punta de mi polla por algunos segundos, después la mete en su boca. ¡Mierda! Lo hace tan bien como la otra vez. Sostengo su cabello hasta que me vengo en su boca, ella se levanta y me besa. La cargo y estiro en la cama, me coloco entre sus piernas y disfruto con mi lengua sus líquidos de placer. —¡No pares, mi amor! —Dice entre gemidos. Abro con mis dedos para hundir mi lengua más adentro. Su v****a palpita y sé que está a punto de correrse. Llega al orgasmo mientras dice mi nombre. Mi polla está dura otra vez, me coloco entre sus piernas y entro en ella. Espero para embestirla, ya que se nota un poco cansada, creo que es mi culpa, solo tiene 18 años y hago que tenga varios orgasmos durante el día. Cuando recupera el aliento toma entre sus manos mi rostro. —Mi amor, quiero decir tu nombre siempre cuando hacemos el amor. Empiezo a moverme lentamente y ella enrolla sus piernas en mi cadera. —¿Siempre dirás solo mi nombre, Raven? —Sí, porque te amo y siempre estaré a tu lado, amor de mi vida. —¿Crees que puedas cumplir esa promesa, Raven? —Por supuesto, soy tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras. Escuchar esas palabras me causa tanta satisfacción. —Entonces no quiero que pertenezcas a nadie más, Raven, solo a mí. Ella asiente y me besa. Aún no puedo creer que esas palabras salieron de mis labios.
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