Capítulo 4: Confesiones Inesperadas

971 Palabras
[MAIA] Después de que pasara prácticamente toda la tarde con Santiago y su sobrino Adrián en la playa, finalmente entro a mi piso. Me desvisto mientras camino hacia el baño y como siempre voy dejando la ropa tirada en el suelo, y si, es una pésima costumbre que no me he podido quitar y también se la debo a Yazid... No quiero pensar en él ahora, no cuando Santiago y su sobrino me han hecho reír demasiado y olvidar de todo lo malo que me sucedía. Por eso no he dudado ni un minuto en darle mi número de teléfono, quiero rodearme de gente que me ayude a salir de este pozo depresivo en el que me encuentro por su culpa.  Me meto a la ducha, y dejo que el agua caliente golpee mi espalda. Noto como me arde cada parte de mi cuerpo de la cintura para arriba, y es que me he quemado demasiado «Maldita mi costumbre de no ponerme protector solar...»  Una vez que termino, cierro el grifo y envuelvo una toalla en mi cuerpo y con otra envuelvo mi cabello. Salgo de la ducha, y me paro delante del lavamanos y miro mi rostro en el espejo. Mis mejillas han tomado algo de color y después de mucho tiempo he vuelto a sonreír, quizás debía ir a esa playa y encontrarme con ellos dos...  Voy a mi cuarto, busco ropa interior, una camiseta holgada, un pantalón corto, y me visto. Agarro mi móvil y hago que mi música comience a sonar de manera aleatoria. La canción es triste, pero me encanta... Subo el volumen y dejo que Enrique Iglesias junto a Marco Antonio Solís suene más alto con su canción “El Perdedor” y canto a todo pulmón sintiendo que la perdedora soy yo. —Basta Maia... Estabas bien.— Me digo a mi misma y cambio la canción a la mitad antes que vuelva a llorar por él. «Esto está mejor» Pienso mientras suena Alejandro Sanz junto a Marc Anthony cantando "Deja que te bese".  [...] El sol ha terminado de ocultarse dándole paso a la noche mientras me sumerjo en mi serie de televisión favorita y una pizza, ya que ni ganas de cocinar he tenido. Las ventajas de vivir sola son exactamente estas, hago lo que quiero sin dar explicaciones. Estoy muy concentrada en la pantalla de la televisión, cuando alguien toca el timbre. Pulso el botón de pausar y con desgano camino hasta la puerta. Al abrir, no puedo creer quien es. —¡Felipe!— Digo emocionada y me lanzo a abrazarlo. —¡No lo puedo creer! , pero ¿Dónde te has metido en estos meses?— Pregunto sin poder creer que mi otro mejor amigo este aquí.  Sé que él siempre será alguien que me recuerde o vuelva a llevar de alguna manera a Yazid, después de todo lo conocí gracias a él. Ellos dos son amigos de toda la vida, mejor dicho, son como hermanos.  —¡Mi niña!— Dice sin soltarme y vaya que extrañaba que me llamara así. En realidad, cuando estaban los dos juntos, ellos me llamaban "nuestra niña." —Estuve de viaje, pero ya he regresado y moría de ganas por verte. — Me explica y luego me suelta para poder mirarme bien. —Te ves preciosa, pero ¿Qué es esto? — Pregunta señalando mis ojeras. —Noches de insomnio, pero ven entra. — Le pido abriendo más la puerta. — ¿Y tú? ¿Por qué estás tan delgado? — Cuestiono mientras lo observo detenidamente. Sus ojos azules parecen más grandes de lo que son, su cabello casi n***o está bastante corto, casi rapado diría yo. —He estado un poco enfermo, pero no vine para que hablemos de eso. — Me deja saber con una leve sonrisa a la cual respondo. —Vale, ¿Qué te ofrezco? Yo estaba comiendo pizza, ¿quieres? — Le pregunto. —De acuerdo, y cualquier cosa que tengas para beber está bien por mí. —  —Ya te traigo, pero siéntate en el sofá. — Le pido con entusiasmo. Busco una cerveza y se la llevo —Y cuéntame, ¿Qué has hecho en estos meses?— Pregunta mientras le doy la botella de cerveza y me siento a su lado. —Lo mismo de siempre, trabajar en la firma de arquitectos en la que trabajo desde que me gradué y salir de vez en cuando con Amanda y Nadia a algún sitio.— Digo intentando sonar feliz, pero es mentira. — ¿Y tú? ¿Dónde has estado? Desapareciste sin dar señal alguna; al menos no a mi. — Pregunto.  —Estaba en Estados Unidos, más específicamente en Houston.— Me explica y eso sí que no lo sabía. —¿Y que hacías allí?— Presiono. —Mi niña, prometo que te lo contare, pero...— Habla nervioso y deja la botella a un lado. —¿Qué sucede?— —Es que necesito decirte algo que llevo años guardándomelo.— Me dice con un hilo de voz, y no entiendo nada... —Feli, no entiendo nada... ¿de qué me hablas?— Pregunto confundida y sus ojos me miran como si en mi encontrara algo que ha estado buscando por muchísimo tiempo. Sin que yo entienda nada, él toma mi rostro entre sus manos y antes que pueda reaccionar sus labios están sobre los míos. «Pero ¿Qué es esto?» Me pregunto a mí misma intentando reaccionar, pero no puedo. Su frente está apoyada sobre la mía y me mira como pidiéndome perdón —Mi niña... estoy enamorado de ti hace mucho tiempo y lo siento, pero no puedo seguir guardándome esto.— Me dice dejándome sin saber que decir.  Esto si que no me lo esperaba... No puede ser...
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR