Milena intenta levantarse de la cama, pero una mano grande la jala y la hace caer de nuevo a su sitio. La cara de Luzio va a parar a su cuello. Inhala un par de veces antes de dejar un beso allí. —¿A dónde crees que vas? —pregunta él. Se voltea y queda encima de ella, inmovilizándola. —Ya es tarde, debo ir a la confitería. —No. —¿No qué? —Milena lo mira confusa, no solo por la respuesta, sino por la cantidad de besos cortos que esparce por rostro. —No irás a trabajar hoy. Yo tampoco. Ni hoy ni mañana. —¿De qué hablas, Luzio? Tengo muchos pedidos para Año Nuevo. No puedo faltar tanto tiempo. —Estoy seguro de que ese negocio seguirá funcionando sin ti en este poco tiempo. Además, estos son los dos últimos días que tenemos para dejarte embarazada, quiero que los dos nos desconectemos