—¿Puedo pasar? —pregunta Erika desde la puerta. Milena está tratando de acomodar su largo cabello frente al espejo mientras Luzio y sus hermanos están preparando la cena. —Claro, adelante —Milena deja su peine a un lado para darle toda su atención. —Lo siento —dicen ambas en unísono. Milena sonríe apenada. La verdad es que se portó terrible con todos, pero en su defensa estaba molesta por cosas que había malentendido. —No, discúlpame tú a mí, Milena —Erika se acerca y toma su mano—. Toda esta situación incómoda, de cierto modo, es por mi culpa. Si hubiese sabido que estabas esperando un bebé de Luzio, nunca hubiese permitido que mi padre sugiriera lo de la boda entre nosotros, menos me hubiese acercado a él y buscar su atención. —No es tu culpa, Erika. Si yo hubiera hablado claro co