Ese día la batalla había sido horrible, Isaac solo había perdido algunos cuantos hombres, pero había sido su culpa, cuando aquel hombrecillo había salido de en medio de su ejército a decirle que se rindiera justo después de que el que el palacio había sido atacado, él había bajado la guardia. Odiaba admitirlo, pero por primera vez, él había sentido miedo en el campo de batalla, miedo de que sus hijas hubieran sido capturadas o en el peor de los casos, que estuvieran muertas. En ese momento, mientras observaba la barrera de viento casi invisible que los protegía, se preguntó. — ¿Ellas estarán bien?, seguro que lo están. Respondió para sí mismo. — Tienen que estarlo, las he entrenado para esto. Se repitió una y otra vez, como si intentara convencerse a sí mismo de q

