Jade
—¡Ya basta, déjala! —el desesperante grito de mi hermana hacía llorar más a la niña.
—¡Cállate! —ese monstruo dejó de patear mi estómago abofeteando a mi hermana—. ¡¿Creyeron que podían librarse tan fácil de mí?! ¡Eso nunca!, pero les recordaré quién soy así sea por las malas —en otro golpe hizo gritar a la pequeña.
Mi cuerpo dolía horrores, pero no podía soportar que tocara a mi hermana.
—¡Déjala! —grité con la fuerza que tenía—. ¡Si hay alguien a quien debas culpar, es a mí!
—¡Jenny!
—¡Vamos, demuéstrame la clase de padre que eres! —incité obteniendo su despreciable atención por completo—. ¿No era a mí a quien querías? Hazlo, aquí me tienes.
Sabía que retarlo era peligroso y pasar esos días en el hospital además de las intensas horas de terapia me hicieron recordar los horror
