Dayana avanza con sus taconazos retumbando en toda la habitación, hasta quedarse a un paso de ellos. Gabriel traga saliva cientos de veces y no consigue desanudar su garganta. Él sabía que nada sería normal con ella esta noche, pero esto superó ampliamente todas sus expectativas. Logró sorprenderlo una vez más. Dayana no necesita decir nada. De inmediato y sin ninguna queja, Lían cae de rodillas a sus pies, llevando sus manos a sus muslos y fijando su vista a la piel tersa y tan besable de esa parte. —Hoy tengo mucha hambre de los dos —dice ella en un tono sensual, diferente al que suele usar generalmente. —¿Me darán de comer? Gabriel no responde, pero de inmediato cae también a sus pies, tomando su otra pierna. —Necesito algo más sustancioso que todas esas copas de champán que bebí