—¿Puedes calmarte por favor? —Pregunta Mara mirando a su hijo con ojos llorosos desde la silla donde se encuentra sentada. —Tus pasos aumentan mi dolor de cabeza y están por reventar mis nervios, Gabriel. Estás exagerando demasiado. —¿Estoy exagerando? No, mamá —Responde molesto, Gabriel. —Hace dos horas que están ahí adentro ¿Para qué? Fue solamente un estúpido raspón ¡Maldita sea! —Si te molesta que Darío la esté atendiendo, deberías entrar y ver con tus propios ojos lo que están haciendo y no estar aquí, caminando de aquí para allá como un demente. —Mamá, es que yo... —Una vez más los nervios hacen tartamudear a Gabriel. —Suficiente tengo con todo esto, Gabriel —Mara se levanta y se acerca hasta donde está él. —Ya no puedes seguir así y lo sabes. Le dijiste a tu hermano antes de qu