Su llamada sin duda alguna ha desordenado todos mis pensamientos. Me siento nerviosa una vez más, tengo ansiedad, ganas de salir huyendo, y por si fuera poco, un deseo incontrolable de que todo lo que acaba de ocurrir fuese una pesadilla y nada más.
Miro a mi pequeña disfrutando de su papilla de banana y vuelvo a repasar las palabras que me dijo ese imbécil. Nunca se me paso por la cabeza contarle su historia a Malí cuando ella creciera, pero una cosa es que yo lo decida, y otra muy diferente es que él me lo pida como si fuese un favor que le estoy haciendo a él. Estoy molesta, esa es la verdad.
—Siento mucho que tu vida haya comenzado así, tu no tienes culpa de nada mi princesa —digo y me inclino hacia ella para besar su frente con ternura.
He vuelto a perder la noción del tiempo mirán
