Los ojos de Mykel se ven llenos de emoción y su sonrisa me recibe con emoción. Puedo sentir mis piernas temblando de emoción mientras mi padre une nuestras manos. —Sean muy felices —pronuncia con determinación y luego centra su mirada solo en Mykel—. Te pido por favor que la cuides y hagas muy feliz, ¿sí? —le pide y él asiente. —La cuidare con mi vida, se lo prometo —le asegura y un simple gesto entre ambos dice todo lo que las palabras no pueden. —Llego la hora —murmuro cuando mi padre se aleja y Mykel sonríe. —Finalmente —concuerda y la voz de cura nos regresa a la realidad donde el sonido de las olas del mar y la refrescante brisa convierten el ambiente en uno encantador. Todo es muy distinto a cuando nos casamos en aquel registro civil, hoy el cura nos habla del amor, de las respo