Al día siguiente: 22 de julio No sé cómo estoy haciendo para estar lejos de mi hija. Sé que mi madre la está cuidando muy bien, pero ha sido inevitable no despertarme alguna que otra vez durante la noche como parte de esa costumbre que a veces traemos las madres con nosotras. Sin embargo, ahora no es eso lo que me vuelve a despertar, sino los besos de mi esposo sobre mi espalda. —Buenos días —me saluda y sonrió. —Muy buenos días —contesto y me giro en esta cama para quedar de frente con él. —¿Cómo ha amanecido la mujer más hermosa del mundo entero? —pregunta haciéndome reír. —Eres un poco exagerado, ¿no? —murmuro mientras enredo mis dedos en su cabello para acomodarlo un poco. —Para nada, solo digo la verdad —defiende. —Como digas… —bromeo y me acerco un poco más para besarlo—. He a