Los latidos de mi corazón aun no consiguen volver a su normalidad, mi piel aún permanece sensible después de haber sido una víctima perfecta de sus besos y caricias, y mi respiración, ni hablar, todavía no sé cómo consigo tomar oxígeno. —Dime por favor que estás bien —me pide mi esposo cuando besa mi cuello con dulzura. —Mucho más que bien —murmuro y me giro un poco para quedar de costado viéndolo a la cara—. Ahora entiendo muchas cosas de la vida… me ha encantado estar contigo —admito y suspiro—. Te amo, mi amor —reitero con esos ojazos clavados en los míos. —Eres el lugar más bonito sobre el mapa del mundo —declara robándome el aliento y acaricia mi mejilla con la yema de sus dedos poniendo en alerta a cada uno de mis sentidos—. No hay otro sitio donde quiera estar —añade. Soy yo qu