Mi plato aun está a medias, y no porque no me haya gustado la comida, sino porque estoy tan nerviosa que se me ha cerrado el estómago. Mykel, por otra parte, ha comido un poco más que yo, pero tampoco ha terminado su plato y supongo que sus motivos son bastante similares. Él, como adivinando lo que pasa por mi cabeza, se pone de pie y se acerca a mi para ofrecerme su mano mientras sonríe. —¿Bailas conmigo hermosa? —pregunta haciéndome sonreír también. —Claro —respondo sin dudarlo un solo segundo y tomo su mano para ponerme de pie. Mi esposo es un experto a la hora de hacerme sentir especial, incluso la forma en la que sus manos me toman por la cintura me hace sentir en otro mundo. Tiemblo con su cercanía, pero de una forma positiva, una que me hace acercar mis labios a los suyos y comen