Es extraño darme cuenta de que no le tengo miedo a la cercanía de este hombre de cabello castaño y ojos verdosos. Uno de mis mayores temores era tener ganas de salir huyendo al sentir su calor en una misma cama, pero todo es muy distinto. No sé como lo hace, pero incluso en un día como hoy donde aun llevo a cuestas el peso de aquel video, él me hace sentir tranquila. Su mirada esta clavada en la mía, y al escuchar tanto silencio, no puedo evitar sonreír por los nervios. Él también sonríe y el espacio entre nuestros cuerpos pareciera haber levantado una muralla invisible, una que yo no quiero que exista y por ende me acerco un poco más provocando que él me mire de una forma extraña. —Podrían caber los niños entre nosotros —justifico y vuelve a sonreír. —Es raro, ¿no? Anoche dormimos junt