Al día siguiente, Georgia estaba terminando de vestirse con su acostumbrado uniforme cuando una llamada hizo vibrar su teléfono que estaba en el sofá. Con los zapatos en la mano ella corrió hacia el pequeño salón de su departamento.
–Señorita Alcott, la llamó para recordarle que la factura de las medicinas de su abuela se vence hoy, deberá pagar la siguiente factura para que podamos enviar al mensajero a que lleve las píldoras.
Georgia cerró los ojos y se llevó un par de dedos al puente de la nariz - ¿No podrían darme un poco más de tiempo? Puedo pagar en un par de días, pero la abuela no puede esperar.
–Estamos conscientes de la gravedad del estado de su abuela, pero no hay nada que podamos hacer para ayudar.
Georgia no supo que decir.
–Habiendo notificado lo anterior, la dejare
