Eren se quedó mirando a Lissana sin poder creer lo que había escuchado, por un momento fue como si ella dijera que aceptaba el vínculo que los unía. No te hagas ilusiones, ella no te está aceptando. Dijo Eren para sí mismo, intentando no hacerse ilusiones, intentando no buscar esperanzas donde no las había. La pequeña niña miró a Eren, ella preguntó mientras señalaba a Lissana. — ¿Ella es tu mujer? Eren iba a responder, cuando Lissana lo hizo. — ¡Oye mocosa!, no deberías estar molestando, no tenemos tiempo para estar perdiendo aquí, así que nos iremos ahora. Lissana tomó la mano de Eren y lo sacó casi arrastras. Al pasar al lado de aquella chica elfa, Lissana se pegó un poco más a Eren, mostrando que el hombre que había profesado que sería suyo, ya tenía dueña.